|
Autonomía del paisaje Pintura. Carlos de Haes. Museo Municipal de Málaga. Jardines de la Coracha. Hasta el 30 de mayo de 2003. La
respetuosa y cabal ampliación del Museo Municipal de Málaga, de la que se ha
obtenido un espléndido espacio expositivo de casi 1800 m2,
se ha inaugurado con esta magnífica muestra del que sin duda debe ser
considerado el mejor paisajista del siglo XIX en España, Carlos de Haes, nacido
en Bruselas en 1826, pero que residió casi toda su vida en nuestro país,
muriendo en Madrid en 1898. Con ella, además, el Museo del Prado, que ha sido
el organizador del afortunado acontecimiento, satisface un doble propósito: de
un lado, sacar de sus amplísimos fondos de pintura del siglo XIX obras que han
estado ocultas para el público aficionado durante mucho tiempo, noble empresa
que no podía tener un comienzo más oportuno que recuperar a uno de los autores
fundamentales y el mejor representado de las colecciones del Museo de esa
centuria; de otro lado, aprovechar la ocasión para, gracias sobre todo a la
rigurosa y concienzuda labor
de Ana Gutiérrez Márquez, conservadora de pintura del XIX del Prado, publicar
un modélico catálogo razonado de toda la obra de Haes que conserva el Museo,
pinturas, dibujos y grabados, con completísimas fichas técnicas, estupendas
reproducciones y comentario individualizado de cada una de las obras, labor
tanto más ardua si tenemos en cuenta la dispersión por toda la geografía
peninsular de 129 de aquellas pinturas, que ha habido ahora que reunir, limpiar
y reenmarcar. Después de comenzar su andadura artística en Málaga, a donde se trasladó su familia cuando contaba nueve años, de la mano del pintor canario Luis de la Cruz y Ríos, es en Bélgica, entre 1850-55, donde Haes no sólo recibió una sólida formación gracias a la enseñanza de Joseph Quinaux, sino que se puso en contacto con un ambiente cosmopolita y recogió la influencia del paisajismo francés plenairista. Vuelto a España, ganó la cátedra de Paisaje de la Real Academia de San Fernando de Madrid en 1857, ejerciendo desde entonces una enorme influencia en varias generaciones de paisajistas españoles, a los que educó con sus sabias enseñanzas y natural bondadoso en los secretos de la técnica y en el amor a la naturaleza, la mayor de sus pasiones junto con la pintura. Trabajador infatigable hasta 1884-85, en que por razones de salud tuvo que dejar los pinceles, dejó un inmenso legado en el que se advierte una constante evolución de su técnica y de su estilo, progresivamente más libre, limpio, suelto y espontáneo, salvo el relativamente efímero ensombrecimiento de su obra hacia 1876-77, como consecuencia de la muerte de su esposa y de su hija recién nacida. Ello es perfectamente apreciable en las grandes composiciones de esta muestra, sobre todo en el soberbio cuadro de la Canal de Mancorbo en los Picos de Europa, de impresionante grandeza y majestuosidad, pero de manera muy especial en sus deliciosos estudios del natural, pintados al aire libre en una o dos horas, cuyas transparencias, ajustado toque, frescura y sorprendentes encuadres compositivos los convierten en un festín para los ojos y en precursores de las conquistas francesas de finales de la centuria. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 12 de mayo de 2003
|