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La transfiguración de las imágenes Pintura. Robert Harvey. Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 8 de diciembre de 1996.
Establecido de manera definitiva en la provincia de Málaga en 1971, aunque su primera estancia en España se remonta a 1957, Robert Harvey (Lexington, Carolina del Norte, EE. UU., 1924) es un pintor figurativo que ha recibido una doble influencia, aparentemente enfrentadas la una a la otra, a lo largo de su trayectoria. De un lado, la que proviene de sus años de formación artística en California durante los cincuenta, cuando estuvo en estrecho contacto con la llamada Escuela de San Francisco, donde el principal ascendiente fue ejercido por Richard Diebenkorn, un pintor fronterizo y atípico que, si bien suele ser vinculado al expresionismo abstracto americano, atravesó entre mediados los cincuenta y mediados los sesenta un periodo figurativo que dejará sentir su poder y será tomado como referente por una generación más joven de realistas, entre ellos Harvey. De otro lado, la influencia del pop, aunque también aquí conviene precisar algún matiz. En efecto, mientras que la mayoría de los artistas pop en Estados Unidos extraen el repertorio iconográfico de sus obras de los signos y símbolos de los mass media, la esencial fuente de inspiración de nuestro pintor son imágenes bastante alejadas del lenguaje publicitario y de los medios de consumo de masas. Sabido es que desde hace unos ocho años Robert Harvey procede a base de series, esto es, conjuntos homogéneos de cuadros en los que lleva a cabo variaciones sobre un mismo tema o en donde los modelos de que parte se diversifican, aunque ofreciendo un sentido unitario. Cada una de estas series, además, se caracteriza por los formatos, el número y disposición de los elementos compositivos y el tratamiento del espacio. En esta que presenta ahora en la Galería Alfredo Viñas, más de una veintena de acrílicos sobre lienzo de dimensiones rectangulares donde se impone un eje estructural en sentido vertical, Harvey se distancia de la serie inmediatamente anterior, la de las Marías, que expusiera hace cuatro años en las salas de la Sociedad Económica —el cuadro titulado Manzanas y flores, pintado sólo hace unos meses, podría ser considerado como lugar de transición entre una y otra serie—, y recrea, sobre un fondo neutro y abstracto de color uniforme, algunos de los iconos que más le gustan de la historia de la pintura, desde el renacimiento flamenco hasta el clasicismo, desde el barroco de las cortes católicas hasta la vanguardia histórica, pasando por el romanticismo o el Jugendstil. Las figuras que han sido descontextualizadas y se representan solitarias, o, en un caso al menos, repetidas cual si de sujetos clónicos se tratara, como ocurre en Retrato de un hombre, se sitúan centradas en la parte inferior de la tela, dejando una amplia zona vacía que aparece coronada en el borde superior por un signo polisémico, unas veces en correspondencia directa con la imagen inferior, otras con una intención abiertamente irónica o humorística. Aunque yo no me atrevería a adscribir estas obras, según se ha afirmado en más de una ocasión, por mucho que el pintor elabore sus composiciones a partir de reproducciones fotográficas, al realismo fotográfico, sí encuentro en ellas su mayor debilidad en un aspecto de esa desideologizada tendencia que volvemos ahora a encontrarnos: eludir la intencionalidad explícita de los contenidos.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 23 de noviembre de 1996
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