Paraísos artificiales

Instalación. Jonathan Hernández.

Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 25 de enero de 2004.

Continuando con el trabajo de investigación que inició hace tres años en torno al impacto y al modo de comportamiento generado por el turismo de masas en las sociedades actuales, Jonathan Hernández (Ciudad de México, 1972) propone en esta instalación, Bon Voyage, una crítica entre irónica y humorística de un fenómeno que ha crecido espectacularmente en los últimos treinta años, pero que no se percibe del mismo modo ni incide de manera similar en los hábitos y en la economía de los países altamente desarrollados y en los del Tercer Mundo.

Uno de los aspectos nucleares del fenómeno turístico en la actualidad es precisamente el radical cambio que se ha producido entre la noción de «viaje» y la de «viaje turístico». El viaje suponía siempre un recorrido iniciático, un itinerario espiritual en el que el viajero, generalmente durante un tiempo prolongado, llevaba a cabo una auténtica inmersión en la cultura de otro país, o bien se Fotografía de Jonathan Hernández correspondiente a la instalación "Bon Voyage".interesaba por sus costumbres y hábitos de comportamiento más auténticos, pero sin ánimo de llevarse un «souvenir», pues aquella estancia ya había dejado de por sí una huella imborrable en su naturaleza. Aquí la noción de viaje fomenta la tolerancia, el intercambio cultural y el mestizaje, abriendo en definitiva el horizonte del que lo emprendía.

El actual turismo de masas no tiene sosiego, pretende devorar en muy pocos días un enorme cúmulo de monumentos y manifestaciones «culturales», éstas últimas especialmente diseñadas para los turistas, empaquetadas, anodinas y todas iguales a sí mismas. El turismo se ha convertido en uno de los fenómenos más aburridos, homogeneizadores y estériles de nuestro tiempo. Así nos lo hace saber Jonathan Hernández, sobre todo cuando dispone ese fragmento kitsch de relax con palmeras y césped artificial, quintaesencia de la artificialidad y del entontecimiento. El capitalismo tecnológico lo digiere todo y todo lo transforma en su propio beneficio. Hasta los nombres de los grandes artistas y creadores son usados para distinguir un producto de otro, como ocurre en ese símbolo máximo del consumismo de nuestra época que es el automóvil. Probablemente Kant, que apenas se alejó de su ciudad natal en toda su vida, conocía mucho mejor el mundo que buena parte de los que están constantemente haciendo desplazamientos turísticos de un lugar a otro. El turismo, en definitiva, como sinónimo de insatisfacción y huida de uno mismo.

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 22 de diciembre de 2003