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El gesto estructurado de Secundino Hernández Escultura y pintura. Secundino Hernández. Galería Casaborne. Antequera. Callejón La Gloria, 1. Hasta el 8 de abril de 2005. Situada en el corazón del centro histórico de la hermosa ciudad de Antequera, la galería Casaborne viene ofreciendo desde su apertura en septiembre de 2003 una programación centrada en los lenguajes contemporáneos y orientada a promover a jóvenes artistas españoles, proyecto sin duda valiente y arriesgado en una comarca todavía muy tradicional en cuanto a sus gustos estéticos, pero que, a pesar de las escasas muestras de aliento institucional, está empezando a ser conocido entre los aficionados de dentro y fuera de Andalucía. Confiemos en que logre consolidarse y ser el comienzo de un incipiente mercado de arte y de un tejido en el interior de la provincia sensible a las nuevas propuestas artísticas. La exposición actual es la segunda que le dedica este espacio a Secundino Hernández (Madrid, 1975), un pintor formado en la Facultad de Bellas Artes de la Complutense y que ha seguido intensos y dinámicos cursos con Navarro Baldeweg, Albert Oehlen, Antón Lamazares y Mitsuo Miura. Su lenguaje inmediatamente interior, aunque instalado ya en una gramática informalista, en la que predominaban con rotundidad el gesto, la mancha y los colores planos y vivos, todavía presentaba restos de un vocabulario con reminiscencias figurativas, o, más exactamente, con elementos extraídos del repertorio arquitectónico, como por ejemplo fustes de columnas clásicas con estrías, que suponían un contraste excesivo en la agitada y exultante composición de sus lienzos. Ahora, sin embargo, el color se ha atemperado, se ha suavizado, incluso en algunos cuadros tiende casi a la monocromía, pero la composición ha ganado en estructura, en trabazón interna, en «orden arquitectónico» en sentido metafórico, pues, lejos de vislumbrarse elementos de esa naturaleza, es como si los prolongados y anchos trazos de óleo muy diluido se apoyasen unos en otros, formando una armazón o una red. Quizás la inspiración última de estas obras proceda de emblemas y de escudos nobiliarios, pero lo significativo es la depuración lingüística, la apuesta decidida por la abstracción de raigambre informal y el placer por la pura pintura. En cuanto a las esculturas, sí suponen un manifiesto contraste con los cuadros, no por los materiales en los que están hechas, latón y aluminio esmaltado en colores únicos, sino por su forma vertical, por su diseño minimalista, tan sólo dialécticamente contestado por la rugosidad y las protuberancias de la superficie, como si el artista hubiese tenido la voluntad de dejar visible la huella del trabajo llevado a cabo con sus manos. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 25 de febrero de 2005
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