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Entre la identidad y el sufrimiento Pintura. Andy Hope 1930. Robin Dostoyevsky. Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 19 de junio de 2011.
Esta primera exposición individual de Andy Hope 1930 (Munich, 1963) en España, exige varias aclaraciones previas. En primer lugar, el artista alemán se hacía llamar antes Andreas Hofer, que es el nombre del patriota tirolés que se rebeló contra el imperialismo napoleónico y fue fusilado en 1810. En segundo lugar, la fecha 1930 que coloca después de su nombre artístico hace referencia explícita a los trágicos acontecimientos de su país, cuando empieza a golpear con virulencia la crisis económica de 1929 y se produce el ascenso imparable del nacionalsocialismo en las sucesivas elecciones hasta noviembre de 1932. No obstante, Hitler no llega a la Cancillería el 30 de enero de 1933 como consecuencia de una victoria electoral, pues en noviembre de 1932 perdió votos respecto a julio del mismo año, sino como consecuencia, como ha demostrado Henry Asbhy Turner, de una conspiración urdida por Franz von Papen, Otto Meissner y el hijo del Presidente Hindenburg, Oskar. En tercer lugar, el nombre de Hope tiene que ver con una de las múltiples identidades de Arthur Cravan, que se hacía llamar Dorian Hope. Cravan, seudónimo de Fabian Avenarius Lloyd, era prosista y boxeador, además de sobrino de Oscar Wilde, y en 1915 había llegado a Barcelona, donde comenzó su actividad protodadaísta. El principal problema que plantea la muestra de Hope es la yuxtaposición de Robin, el compañero larvadamente homosexual del héroe Batman, y del escritor ruso Dostoyevsky, con los que se crea el personaje fantástico de Robin Dostoyevsky. El otro problema es por qué esta creación de Hope aparece con vestidos de mujer en sus diversas representaciones pictóricas. Una de las pocas explicaciones posibles de esta aparentemente disparatada asociación, es que Robin represente un alter ego, un deseo secreto y escondido de Batman, una aspiración inconfesable. El héroe que lucha a favor del bien, tiene, desde una perspectiva estrictamente freudiana, un problema de identidad, y, por lo tanto, sufre al no enfrentarse y encarar su verdadero yo. Pero lo de Dostoyevsky es mucho más enrevesado y complejo, pues el propósito esencial de las novelas del gran escritor ruso, en las que nunca hay una gran protagonista femenina, a la manera de Anna Karenina o de Natasha Rostova, es ahondar, como nadie lo ha hecho hasta ahora, en el destino del hombre, en el destino del mundo y el destino de Dios. Y por eso acercarse a Dostoyevsky es acercarse no sólo a lo más profundo del hombre, pues para él acercarse a Dios sólo era posible a través del hombre y de Cristo-Hombre, sino acercarse también a lo más profundo del alma rusa y del insondable misterio de Rusia. Esto lo vio con una clarividencia inigualable el filósofo Nikolai Berdiaev, que también explica cómo intuye magistralmente Dostoyevsky lo que va a ser el bolchevismo, esa perversa excrecencia del pensamiento y de la acción política que aniquila al hombre y destruye por completo su dignidad, a través de su investigación sobre los jóvenes nihilistas rusos, los jóvenes de su novela «Demonios». Aquellos nihilistas prefiguran ya, con su despiadado razonamiento y su abismal ateísmo, los crímenes del bolchevismo y la destrucción sistemática por éste del espíritu en el hombre. Hope, por tanto, quizás ha querido hablarnos del terrible sufrimiento de Dostoyevsky, el más grande pensador ruso, un espíritu profundamente religioso, cristiano, al que, al igual que Unamuno entre nosotros, también le dolía, y muy intensamente, Rusia, la santa Rusia.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 4 de junio de 2011
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