Hans Jantzen. La arquitectura gótica. Buenos Aires, Nueva Visión, 1982.

 

La luz gótica no es una luz «natural».

La luz gótica impresiona como luz «sobrenatural».

No se trata sólo de una luz transparente, sino que la ventana misma se capta como fuente de luz. La luz coloreada atenúa hasta tal punto la fuerte plasticidad de la estructura arquitectónica, que sus miembros articulados se sienten, sí, en su corporeidad monumental, pero de tal manera que la arquitectura y los colores forman la pared de la nave mayor como un «muro iluminado con luz propia».

Los límites espaciales se presentan en la catedral gótica como algo fluido, inasible, transparente, como el fondo de oro de la pintura medieval.

Así como no hay en la catedral una luz natural, tampoco existe en la arquitectura que delimita el espacio interior un antagonismo «natural» entre apoyo y peso. La arquitectura sagrada gótica está empeñada en una guerra sin cuartel contra la gravedad. Niega la gravedad, para realizar el milagro de un espacio que está por encima del mundo.

La pared de la nave gótica no revela en ningún punto qué es lo «sustentado». En lo esencial, presenta sólo formas ascendentes.

Verticalidad como proporción espacial y verticalidad como principio de articulación (ambas se exaltan mutuamente).

La impresión de una pared que se levanta como ingrávida está reforzada por el hecho de que, desde el interior, nada puede verse de la razón técnica por la cual se mantiene en pie. El aparato técnico de sostén ha sido trasladado al exterior, siendo por tanto invisible desde el espacio interior.

La pared de la nave se presenta enmarcada por un fondo espacial fluido: a esto podemos llamarlo como «estructura diáfana», transparente.

Al hablar de la «estructura diáfana» de los límites espaciales góticos, nos referimos a cierta relación óptica entre la pared, plásticamente conformada, y las partes del espacio que le sirven de fondo. La pared de la nave central gótica no se distingue de la románica por un mayor número de aberturas, sino por establecer una relación óptica distinta con los espacios contiguos. La arquitectura de la pared gótica ya no quiere ser considerada como continuidad de masa, sino como «plástica». «Estructura diáfana» quiere decir que, en cierto modo, la plástica de la pared se presenta como relieve arquitectónico con fondo espacial, y que es la aparición de este fondo espacial lo que determina el carácter gótico de los límites del espacio.

La pared está subrayada en toda su extensión, en ancho y en alto, por el fondo espacial, ya sea como fondo óptico oscuro o como fondo de luz coloreada: de esta manera, la nave central aparece como revestida por un manto espacial. La presencia del fondo espacial, como estrato continuo, y la plástica de la pared se condicionan recíprocamente. Una pared se hace «gótica» apenas la articulación plástica de su masa revela el carácter de contraste del espacio que le sirve de fondo.

Mientras que Paul Frankl opina que la nave central y las naves laterales se funden en una masa espacial única, con lo que toda «abertura» de la pared de la nave central debe ser juzgada por su capacidad para relacionar y penetrar los espacios («Todos los fragmentos del espacio se convierten en formas internas de un contexto total»), Hans Jantzen piensa que, pese a las altas arcadas de catedrales como la de Bourges, no se produce ninguna fusión de los ámbitos laterales con la nave central.