Evocaciones de un pasado fragmentado

Pintura y dibujo. Ilya & Emilia Kabakov. Under the snow.

Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 31 de mayo de 2009.

 

 

Después de una prolongada interrupción de más de diez años, Ilya Kabakov (Dniepropetrovsk, Ucrania, 1933) vuelve con ímpetu a la pintura, actividad que comenzó a mediados de los cincuenta y en la que logró abrirse un lugar destacado en la antigua URSS. Sobre todo desde su primera exposición fuera de su país en 1985 y desde su afincamiento en los Estados Unidos en 1988, Kabakov se dedicó Ilya Kabakov. PINTURA Nº 2. Óleo / lienzo. 160 x 249 cm. 2004. Cortesía Galería Taddaeus Ropac (París / Salzburgo).a las instalaciones con un alto contenido metafórico, donde también era latente la idea misma de proyecto, en el sentido, como él mismo se ha encargado de aclarar, de identificar la dignidad de la existencia con un proyecto vital propio, pues éste es algo así como la «personificación del sentido de la vida». Estos pensamientos se materializaron especialmente en intervenciones como la del Pabellón de Rusia en la Bienal de Venecia de 1993, donde concibió el recinto como a medio construir y medio destruido, una metáfora concluyente de la situación en la que se encontraba por entonces su patria; o su intervención en la documenta IX, Communal Living , donde llevó a cabo una reproducción a escala real de los servicios comunitarios en la extinta URSS, dejando traslucir la miseria y el hacinamiento en las que vivía la población de las ciudades; o bien su participación en 1998 en Skulptur Münster, cuando instaló una antena con un texto de Goethe que debía leerse y contemplarse tumbado sobre la hierba con la bóveda celeste sobre la cabeza, quizás una alusión indirecta al célebre cuadro de Tischbein donde se ve a Goethe en la campiña romana; o, por último, la misma intervención en el Palacio de Cristal de Madrid en 1999, que consistía en la construcción de una gran espiral a medio camino entre una linterna mágica, el Faro de Alejandría o el zigurat de Babilonia, y que también podía leerse como una recreación del Monumento a la III Internacional de Tatlin.

Ahora no, ahora retorna Ilya Kabakov al entrañable e insustituible medio de la pintura, y lo hace con una sutileza, con una sabiduría acumulada, con una desenvoltura didáctica que asombra, pues en el fondo se trata de una producción muy compleja, donde se superponen diversas capas de lectura, como si de un palimpsesto se tratase, aunque al final todas se integran y unifican en un todo coherente. La primera metáfora tiene que ver con la apariencia visual de los cuadros, un paisaje blanco, esto es, un inmenso paisaje nevado, donde las huellas de las pisadas abren «ventanas» a través de las cuales podemos percibir el pasado de Rusia. Esas huellas también podrían ser leídas como las aberturas discontinuas que desde un avión por encima de las nubes nos permite contemplar de modo intermitente la tierra firme. Ésta está siempre ahí, es decir, la nieve es un fenómeno transitorio, como lo son los periodos de la historia. Rusia tendrá que terminar encontrándose a sí misma. Pero eso está todavía muy lejos. Ahora, lo que se divisa a través de esas «ventanas» son fragmentos inconexos del pasado, de los tiempos de Jruschov y Brézhnev, cuando se termina definitivamente el terror estalinista pero se consolida, sobre todo en tiempos del segundo, una gerontocracia corrupta e ineficaz, cuya dirección de la maquinaria del Estado se distingue por muchos de los rasgos que ya entrevió el visionario de Praga en las burocracias de signo totalitario, muerto, además, el mismo año que Lenin. Un tiempo, fundamentalmente, sin libertad, sin libertad individual, una facultad desconocida en Rusia incluso hoy en gran medida, pues Rusia sigue siendo en muchos aspectos una autocracia. Pero esas aberturas también nos dejan ver seres que parecen asomarse desde una caverna, que nos miran de modo inquietante, un ejercicio quizás psicológico por parte del pintor. En definitiva, la historia y el sueño se confunden en las composiciones de Kabakov. El sueño, que es necesario para poder soportar el terrible peso de la historia.

 

 

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 20 de marzo de 2009.