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Drama barroco Instalación y vídeo. Ismael Kachtihi del Moral. Centro Cultural Provincial. Málaga. C/ Ollerías, s/n. Hasta el 13 de diciembre de 2003. Las instalaciones, objetos y filmaciones
que expone Ismael Kachtihi del Moral (Tánger, 1962) en esta representativa
muestra de sus últimos trabajos inciden en sus particulares obsesiones acerca
del antiquísimo conflicto entre el espíritu y la carne, entre el cumplimiento
de lo establecido y la transgresión, entre la creencia y el nihilismo,
oposiciones que él desarrolla con la ayuda de una iconografía que hunde sus raíces
indudablemente en la imagen barroca, en la liturgia y en los espacios sagrados
del cristianismo europeo. Kachtihi
no se burla ni adopta una actitud irreverente ante diferentes rituales
religiosos o ante el sentido de la trascendencia, sino que, por el contrario,
manifiesta una honda preocupación por el sufrimiento, la muerte y los modos en
que la tradición occidental ha intentado dar respuesta al misterio y fragilidad
de la existencia, al dolor, la incomunicación y la soledad. Haciendo uso de
objetos portadores de una variada y compleja simbología, presentándolos como
relicarios, pequeños altares o íntimos recuerdos personales, Kachtihi tampoco
renuncia en ocasiones a la ironía, aunque en general predomina una atmósfera
de recogimiento y de silencio. La instalación Amaros los unos sobre los
otros, compuesta con fotografías sobre soportes que simulan pequeños
nichos de un camposanto, con la proyección de distintas diapositivas de tumbas
reales de un conocido cementerio de la provincia de Málaga y con la grave voz
en off de alguien que recita textos
sagrados, aunque alterando sutilmente el contenido en ciertos pasajes, nos
recuerda inevitablemente aquella memorable instalación de Boltanski de hace
unos años en Madrid hecha con fotografías de tumbas infantiles, aunque en el
caso de Kachtihi la luz es más clara y además parecen difuminarse, incluso
ocultarse, los rostros individuales. La bella y elegante instalación sonora titulada Relicarios, constituye un trasunto de la fragilidad de la vida, una reflexión acerca de opciones como el ascetismo o acerca de la épica del sacrificio, haciendo casi poemas visuales bañados por una luz tenue que les confiere un aspecto enigmático. En cuanto a la instalación hecha con pajaritas de papel, ese objeto que tanto gustaba a Unamuno, rememora los barquitos de papel que Francesc Torres colocó en 1992 en el suelo de la iglesia de San Luis de los Franceses en Sevilla, y podría interpretarse como un símbolo de las operaciones de la imaginación, de la inestabilidad, ligereza y distracción de que es capaz el ser humano.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 1 de diciembre de 2003
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