Las cabezas grotescas de Leonardo da Vinci

 

Enrique Castaños

 

 

 

Producto de la inagotable fantasía de Leonardo da Vinci y de su vinculación con la tradición popular, los dibujos de las cabezas grotescas han sido interpretados de manera diferente por la historiografía artística, aunque en términos generales se admite que forman Leonardo da Vinci. " Cinco cabezas grotescas". 1494-95. Lápiz y tinta sobre papel. 261 x 206 mm. Castillo de Windsor. Colección real. parte de su interés profundo por los fenómenos de naturaleza extraña y de la búsqueda de nuevos tipos para no repetirse en sus representaciones del rostro humano. En un célebre pasaje, Vasari nos habla de la inmensa curiosidad de Leonardo por la singularidad, hasta el punto de que «se complacía tanto cuando veía en las personas una cabeza extraña…que era capaz de seguir un día entero al sujeto que le interesaba», con el fin de memorizar mejor sus rasgos. Es decir, que, en cierto modo, el gran artista florentino es un destacado precursor de las tendencias conceptuales contemporáneas, al menos de las acciones como las llevadas a cabo por Vito Acconci en 1969 en sus Following Pieces, una actividad consistente en seguir durante todo un día, al azar, a una persona, a cualquier parte que vaya, hasta que se introduce en un lugar privado. Leonardo parece que llegó incluso más lejos que Acconci, pues el Codex Forster incluye un apunte que dice textualmente: «Giovannina, rostro fantástico, en el hospital de Santa Catalina».

Como nos indica Ernst Gombrich en un magnífico artículo sobre los grotescos, la imagen de Leonardo como científico que prevaleció durante el siglo XIX, hizo que los historiadores viesen estas cabezas como manifestaciones de su interés por la forma orgánica. La opinión de Eugenio Müntz en 1899, seguida después por muchos otros hasta el decenio de 1930, establecía que estos dibujos formaban parte del interés de Leonardo por la Fisiognómica, viéndolo hasta como un precursor de Darwin. No cabe duda que a Leonardo, como dice Gombrich, le preocupaba la morfología del rostro, así como los factores fisiológicos responsables de la belleza y de la fealdad, del carácter y la expresión. Pero Gombrich, siguiendo a Georg Christoph Lichtenberg, quien a su vez seguía a un Hogarth que había leído atentamente las propias indicaciones de Leonardo en su Trattato, en vez de considerar esos tipos faciales como parte de un tratado de Fisiognómica, los ve como una ampliación de su repertorio de formas. Lichtenberg había hablado de las cabezas como de estudios de Patognómica, es decir, de indagaciones sobre la expresión y su efecto duradero sobre el rostro. Lo paradójico, sin embargo, señala Gombrich, es que cuanto más estudiamos las cabezas grotescas de Leonardo, más nos sorprenden su uniformidad y repetición, efectos contrarios a los que pretendidamente quería alcanzar y que justifican la expresión de Kenneth Clark llamándolas «aburridas». La hipótesis de Gombrich es sumamente sugestiva. Ese tipo facial, el «cascanueces», que una y otra vez se repite con diferentes perfiles en los grotescos, no es más que el propio tipo facial de Leonardo, quien trata desesperadamente de liberarse de esa repetición a la que parece estar condenado. Esta es también la opinión de Clark. La demostración de esta tesis estaría en la hoja más famosa de los grotescos (Windsor Library) «cuatro cabezas grotescas rodeando un perfil de dignidad trágica», su propio perfil, evidencia de su completa soledad.

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 22 de febrero de 2008