El periplo griego de Jorge Lindell

Grabado. Jorge Lindell.

Taller Gravura. Málaga. C/ Coronel, 3. Hasta el 30 de noviembre de 2005.

Iniciado en el grabado a principios de 1958 por Guillermo Silva Santamaría, un colombiano establecido en Málaga, Jorge Lindell Jorge Lindell. "Ícaro", 2005. Aguafuerte y xilografía.(Málaga, 1930) no sólo ha continuado practicando esta faceta artística desde entonces, sino que en cierto modo puede considerársele un pionero y un entusiasta divulgador de las técnicas calcográficas en su ciudad natal. En 1970 funda, junto con el muniqués ya citado, Stefan von Reiswitz, y el singular artista bohemio estadounidense Robert McDonald, el taller de grabado El Pesebre, situado en una casa aneja a la que vivía Stefan en la calle Bolivia del barrio de Pedregalejo, y cuyo más inmediato precedente fue el pequeño taller que Lindell y Stefan compartieron en una de las dependencias del Palacio de los condes de Buenavista gracias al beneplácito de Manuel Casamar, entonces director del Museo Provincial de Bellas Artes allí instalado, y en el que contaron con un tórculo que había mandado construir Guillermo Silva. En 1979, recién fundado el Colectivo Palmo, Lindell se hace cargo del taller de grabado instalado en el local de la calle Puerta de Buenaventura. Posteriormente, él mismo ha tenido su taller, Ataurique, en la calle Victoria. En definitiva, el grabado ha sido para Lindell más que un modo de expresión, pues ha constituido una manera de relacionarse con el arte.

Los aguafuertes y xilografías que ahora expone en Gravura, de tonalidades blanquinegras y oscuras, son una especie de regreso a las fuentes griegas, a esos mitos y leyendas de la antigua Grecia que forman parte imborrable de nuestra memoria cultural, a pesar de que estén desapareciendo de los actuales planes de estudios. Lindell vuelve su mirada hacia héroes como Odiseo, a gigantes como Polifemo, a pueblos como los reacios y los lotófagos, a lugares como el Ponto, a personajes y seres mitológicos como Hidra, Atlante, Leda o Ícaro, o a combates como el de los lapitas contra los centauros, es decir, entre el orden y la barbarie. Y lo hace con formas semiabstractas, muy esquemáticas y estilizadas, pero en las que siempre reconocemos algún signo distintivo del tema: el ojo en el caso del cíclope Polifemo, las murallas en el caso de Tebas, la silueta equina en el caballo de Troya o las alas y la ligereza del cuerpo en la caída de Ícaro. Divertimentos icónicos de un grabador incombustible.

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 18 de noviembre de 2005