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La infancia, el tiempo y la muerte Pintura, escultura y dibujo. Chema Lumbreras. Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 19 de julio de 2006.
Titulada originariamente Un cuento chino, esta individual de Chema Lumbreras (Málaga, 1957) reflexiona sobre sus obsesiones más recurrentes en los últimos años, la infancia, el tiempo y la muerte, y lo hace partiendo de imágenes relacionadas con los cuentos infantiles, aunque tampoco puede olvidarse su estrecha vinculación con la iconografía del cómic y del cine, si bien respecto a este segundo género la relación tiene también mucho que ver con la estructura del discurso y las técnicas del montaje cinematográfico. En este sentido, Chema Lumbreras ha sido siempre un pintor que ha secuenciado sus imágenes teniendo muy en cuenta la narración del cine. Aquellos tres temas están aquí claramente definidos, aunque, como es habitual en el pintor, valiéndose de metáforas. La infancia, por ejemplo, según la acepción de Arnold Gesell, como conclusión y prefacio a la vez, esto es, como un mundo aparte que tiene su mentalidad, sus propias leyes y su originalidad. La infancia como un lugar al que el adulto, a pesar de haber sido niño, apenas puede penetrar en él, debido a la dificultad de volver atrás. El tiempo como sucesión continuada de momentos, pero también como noción impregnada de relativismo, como desafío de las leyes de la lógica, en el sentido de la Alicia de Lewis Carroll. La muerte como símbolo de todo lo perecedero y destructor de la existencia, es decir, aquello que nos indica lo que desaparece en la ineluctable evolución de las cosas. Ya hemos dicho que la pintura de Chema Lumbreras está concebida como un discurso metafórico. En el cuadro Los tres cerditos y el lobo observamos cómo se invierten los papeles. Aquí los tres cerditos aparecen como indolentes burgueses en el interior de una confortable vivienda, mientras que el lobo, verdadero protagonista del relato, se representa como el artista-poeta, el bohemio que, aterido de frío, se aleja de la casa, a la que presumiblemente ha acudido a solicitar refugio, cuando nada más comienza a nevar. La continuación de este cuadro es otro de igual formato en el que vemos un poblado después de haber caído una enorme nevada, y, en medio del blanco paisaje, el cuerpo exánime del lobo muerto. Otra pintura cargada de significación representa un gran árbol de ramas desnudas, símbolo de la madre, con sus raíces hundidas en el interior de la tierra, contemplado en una visión en picado por una niña que mira hacia arriba tratando de encontrar la ardilla roja del título, pero el animal no se encuentra en el plano. En Todo el tiempo del mundo, el individuo-conejo es un elemento temporal que simboliza la sucesión de instantes de la evolución de la vida. Feliz cumpleaños, por su parte, es una reflexión sobre la inmadurez y transformaciones de la adolescencia, un periodo en el que el individuo en formación lo quiere todo sin esfuerzo y sin ofrecer prácticamente nada a cambio. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 1 de julio de 2006
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