El
enigma de los objetos
Las
imágenes de Chema Madoz tratan de hacer convivir a opuestos en armonía.
Fotografía.
Chema Madoz.
Galería
Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 15 de octubre de 1998.
En el desarrollo de la
fotografía española contemporánea de los últimos veinte años, la singularísima
obra de Chema Madoz (Madrid, 1958) ocupa un lugar privilegiado e inclasificable,
situado a medio camino entre la reflexión conceptual y la visión surrealista
del mundo, entendida ésta como estado permanente e intemporal de la conciencia
artística, pero también como estrategia de aproximación para desentrañar o
poner de manifiesto el lado oculto de la realidad. Esta filiación se nos hace
particularmente nítida si analizamos su obra a la luz de las innovadoras y
desconcertantes palabras de Pierre Reverdy citadas por André Breton en el Primer
Manifiesto del surrealismo: «La imagen es una creación pura del espíritu.
La imagen no puede nacer de una comparación, sino del acercamiento de dos
realidades más o menos lejanas». De ahí que en la reciente evolución de su
obra, marcada siempre por el empleo de la metáfora y la metonimia, más que
distinguir entre una inicial confrontación y una posterior manipulación de los
objetos, habría que trazar una tenue línea divisoria entre un primer momento
caracterizado por la presencia de personas y objetos en sus imágenes, y un
segundo momento, el actual, en que las personas desaparecen y los objetos
terminan por imponerse, atravesados ambos periodos en rigor por una misma
mirada, aquella que se interesa en crear, según los términos del propio autor,
«un espacio ilusorio donde conviven lo objetivo y lo subjetivo», esto es,
donde «se trata de hacer convivir a opuestos en armonía», valiéndose para
conseguirlo de una iluminación y composición muy estudiadas, así como de una
depurada técnica y limpieza de ejecución.
En una de sus más
logradas fotografías veíamos un pequeño jarrón de cristal con unos trozos de
ramas sobre una mesa enfrente del cual hay un brazo extendido cuya impresión
inmediata es la de que tiene las venas muy pronunciadas,
efecto que casi sin solución de continuidad se disipa al comprender que
se trata de la sombra que proyectan las finas ramas sobre la superficie del
brazo. En este caso concreto, el artista fundamentaba su discurso estético en
la simulación y en la instantánea confusión óptica de que son víctima los
sentidos. En otras imágenes, la dualidad de posibles significados se nos ofrece
de manera extraordinariamente sutil, como en una emulsión de un fragmento de
alfombra atravesada de arriba a abajo por un camino serpenteante producido como
consecuencia de haber rasurado esa parte del tejido, estableciéndose una
sorprendente e inaudita correspondencia con el discurrir de un caudaloso río
por una frondosa selva. De las piezas recientes mostradas ahora en Málaga, los
ejemplos más acabados de aquella armonía entre objetos contrarios, o entre un
objeto cuyo tratamiento ofrece como resultado un concepto opuesto y lejano, podrían
ser un collar anudado semejando una cuerda de horca o, con un juego conceptual
inverso, la cadena de una motocicleta a modo también de collar colocado sobre
un expositor.
©Enrique
Castaños Alés
Publicado
originalmente en el diario Sur de Málaga el 10 de octubre de 1998