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La fotografía como precisión matemática Fotografía. Chema Madoz. Museo Municipal de Málaga. Paseo de Reding, 1. Hasta el 24 de mayo de 2009. La mayoría de los críticos que se han acercado a la obra fotográfica de Chema Madoz (Madrid, 1958) suelen dividirla en tres tipos de estilos diferentes, según sea su aproximación o tratamiento estético del objeto: objetos o motivos encontrados, objetos manipulados y objetos construidos expresamente por el artista. Estos tres lenguajes no se suceden entre sí, sino que coexisten simultáneamente, aunque en el conjunto de su producción hay una clara preponderancia del objeto construido. Incluso cuando nos hallamos ante piezas que podrían recordar el «instante decisivo» del que hablaba Cartier-Bresson, estamos legitimados a dudar de que eso sea efectivamente, esto es, de que el fotógrafo haya capturado con su cámara una imagen azarosa, única, cuando lo más probable es que también ese tipo de imagen haya sido elaborada por el autor, pero de un modo que no deja rastro. Como puede comprobarse en esta amplia exposición organizada por el Ministerio de Cultura en la que se recogen casi seis años de trabajo, muestra que está justificada por la concesión del Premio Nacional de Fotografía 2000 al artista, las obras de Chema Madoz exploran e investigan aspectos de la imagen relacionados con la ambigüedad, la paradoja, la contradicción, el simbolismo y la poética visual, y lo hacen con una precisión matemática, cual si se tratase de un poeta que, sin embargo, no renuncia a la exactitud de la imagen. Estos poemas visuales, que en cierto modo pueden relacionarse con algunos hallazgos visuales de Joan Brossa, están casi todos ellos elaborados desde la reflexión y la exactitud más científica, estudiando las más mínimas diferencias de luz, la incidencia de la luz sobre los objetos o la proyección de sombras, cuidando hasta el más pequeño detalle la colocación del objeto, el fondo neutro sobre el que se sitúa, así como la limpieza, pulcritud y perfecto acabado del positivado. En cuanto a su filiación estética, es evidente que hunden sus raíces en el surrealismo, aunque sólo sea por la frecuencia con que encontramos juntos dos objetos que nos producen extrañeza, provocando el absurdo, la paradoja o la indefinición. Pero también hay alusiones políticas, muy inteligentes, como las barreras que provocan los nacionalismos, el peso desmedido del dinero en nuestras sociedades o la falta de arraigo de los proyectos de paz en el mundo. Aunque las más logradas continúan siendo esas sutiles paradojas o «contradictio in terminis» en las que la correa de un reloj son vías del tren o donde la sombra que proyecta una cuchara es un tenedor.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 15 de mayo de 2009
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