Dos artistas gráficos del 98

Obra gráfica de dos de los más representativos creadores plásticos de la llamada generación del noventa y ocho.

Aguafuertes y litografías. Ricardo Baroja y Gustavo de Maeztu.

Museo del Grabado Español Contemporáneo. C/ Hospital Bazán, s/n. Marbella. Hasta el 22 de mayo de 1998.

En este año tan denso por diferentes motivos en conmemoraciones y aniversarios, junto a la necesaria revisión que en distintos lugares de nuestra geografía se está haciendo de algunos de los más destacados protagonistas del nuevo espíritu estético surgido en el último cambio de siglo en España, caso por ejemplo, y sólo por mencionar la de mayor enjundia y calado, de la magnífica exposición del Museo de Bilbao dedicada a las polémicamente contrapuestas figuras de Sorolla y Zuloaga, es de agradecer que otras instituciones, como ocurre ahora con el por tantas razones modélico Museo del Grabado de Marbella, fijen su atención en propuestas de aquel riquísimo periodo generalmente consideradas como de menor importancia, pero no por ello menos representativas del sentimiento estético vinculado a lo que se ha dado en llamar generación del 98. Pues tengo para mí que, tanto o más que el brillante y galardonado Zuloaga, los dos autores que integran esta interesante muestra, Ricardo Baroja (1871-1953) y Gustavo de Maeztu (1887-1947), encarnan con claridad meridiana, con todos los logros y limitaciones que se quiera, el más genuino espíritu noventayochista.

Del primero de ellos, aunque parezca un tópico y se haya repetido en numerosas ocasiones, lo mejor de su producción corresponde sin duda a la obra gráfica, en concreto los espléndidos aguafuertes, presentes en Marbella, pertenecientes a la colección de Escenas españolas por los que obtuvo la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908. Estudioso atento y admirador apasionado de los grandes maestros de la estampa, Durero, Rembrandt y, principalmente, Goya, el inquieto y polifacético hermano mayor de Pío Baroja es, entre los creadores españoles de su tiempo, de los más precoces en adherirse a la reivindicación hecha hacia 1860 por los pintores franceses de la naturaleza de dotar a la obra gráfica de un verdadero estatuto de autonomía, esto es, sujeta a composiciones originales en favor de un auténtico grabado de creación no subordinado a la pintura, y eso a pesar de que Ricardo juzgaba la condición de pintor requisito indispensable de la de grabador. Sus temas, preferentemente escenas costumbristas urbanas y paisajes, se caracterizan por la perfecta combinación y dramático contraste entre el lenguaje lineal del aguafuerte y las gradaciones tonales del aguatinta, multiplicando así la escala tonal a base de matices de luz y de sombra.

En cuanto a Gustavo de Maeztu, también mucho menos conocido que su hermano Ramiro, se ofrece una nutrida selección de las litografías coloreadas sobre papel cansón, realizadas entre 1932-39, que guarda su museo homónimo de Estella, técnica que, junto a las posibilidades expresivas, le interesaba sobre todo por su rápido y sencillo procedimiento y bajo coste en comparación con otras, permitiéndole así una más eficaz divulgación. Entre ellas sorprende, frente a las recurrentes escenas costumbristas, paisajes, imágenes religiosas y asuntos históricos no exentos de cierta retórica grandilocuente, la titulada Intimacy, una decadente escena de interior en una sola tinta con dos desnudos femeninos de innegable influencia simbolista.

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 9 de mayo de 1998