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Retazos del Arte Nuevo Dibujos y pinturas de algunos de los más significativos autores de la vanguardia histórica española. Pintura y dibujo. Malabarismos. Fundación Pablo Ruiz Picasso. Málaga. Plaza de la Merced, 15. Hasta el 29 de octubre de 2000. A partir de los estudios pioneros llevados a cabo por Jaime Brihuega desde finales de los setenta, mucho es lo que se ha avanzado en el conocimiento de los orígenes, movimientos, propósito y alcance de la vanguardia artística española, desarrollada durante un ajetreado periodo, el de los años veinte y treinta, sobre el que, no obstante, es también mucho todavía lo que falta por desbrozar, investigar y analizar. Lo conseguido hasta ahora, sin embargo, tanto en lo que se refiere a la situación espacial y temporal de la vanguardia española, la contribución individual de los distintos autores, las influencias recibidas de la vanguardia europea, los vínculos y correspondencias entre los artistas y la taxonomía de las corrientes estilísticas, permite formular algunas observaciones fundamentales y hoy prácticamente aceptadas de manera general entre los historiadores: el papel clave desempeñado por Ramón Gómez de la Serna, introductor en nuestro país del lenguaje vanguardista en relación a las artes plásticas, arrancando su interés por la nueva gramática de una fecha tan temprana como la de 1910, cuando sólo contaba el autor de Ismos con veintipocos años; el tardío despegue de la vanguardia española, que tiende a situarse en 1925 con la exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos en el Retiro madrileño, no habiendo influido apenas entre nosotros la presencia de creadores europeos durante la Gran Guerra (la muestra de los íntegros, organizada por Ramón en 1911 con un criterio bastante deslavazado, fue un hecho aislado); el limitado alcance y profundidad de nuestra vanguardia, lo que ha llevado a adoptar el término menos comprometido de «arte nuevo», ya que una renovación y no una transformación radical del lenguaje artístico fue el episodio vanguardista español; el caso único y aislado, en primer lugar, de Picasso, así como la indiscutible supremacía, muy por encima del resto, de Gris, Dalí, Miró y Julio González; la hegemonía estilística del cubismo, primero, y del surrealismo, después, lo que se corresponde con la superior influencia irradiada por el foco parisino; las diferencias culturales y sociales entre Madrid, Barcelona y Bilbao, que fueron los focos principales en el interior; el relevante papel difusor desempeñado por las revistas y el esfuerzo pedagógico de algunos críticos; la escasa atención e indiferencia, por no hablar de rotundo rechazo, mostrados por la ciudadanía hacia los nuevos lenguajes; el progresivo desplazamiento del arte por la política y la realidad de los hechos durante la II República, a cuyo término la experiencia de renovación fue violentamente truncada. Cabos
sueltos de lo anterior están reunidos ahora en esta preciosa exposición traída
de la mano de Guillermo de Osma, un galerista madrileño culto y de gusto
refinado que desde hace años viene mostrando un inusual interés por la
vanguardia hispánica. Además de André Lhote, los nombres de los autores
agrupados hablan por sí solos: Ángeles Ortiz, Bores, Blanchard, Viñes,
Gausachs, Ismael de la Serna, Moreno Villa, Óscar Domínguez, Alfonso de
Olivares, Maruja Mallo, Palencia, Gabriel Celaya, José Caballero, Torres-García,
Luis Castellanos, Cossío, Barradas, Cabanas Erauskin, García Maroto y Celso
Lagar. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 14 de octubre de 2000
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