La ciudad como palimpsesto

Jesús Marín investiga la ciudad como el resultado de la permanente proyección del hombre

Fotografía, collage e instalación. Jesús Marín.

Fundación Pablo Ruiz Picasso. Málaga. Plaza de la Merced, 15. Hasta el 14 de febrero de 1999.

Apenas clausurada su individual de diciembre en la Sociedad Económica de Málaga, con un contenido articulado en torno a la reflexión crítica sobre la autonomía de la realidad corpórea del hombre, el emergente artista multidisciplinar jerezano Jesús Marín (1964) expone ahora el resultado de la investigación propuesta en el proyecto con el que obtuvo en 1996 la Beca Picasso que otorga el Ayuntamiento malacitano, orientado a analizar los efectos y contrarréplica de la huella humana en el universo mudable, vertiginoso y consumista de la gran ciudad en este fin de siglo. La complementariedad de ambas muestras, lúcidos fragmentos de una coherente evolución creadora que empezó hace diez años, proviene de su profunda raíz crítico-antropológica, esto es, del intento de ofrecer algunas de las claves que desde la propia subjetividad el artista va descubriendo en la conflictiva relación del hombre con el mundo, así como de desvelar el estado de extrañamiento de sí que asfixia espiritualmente al sujeto de la sociedad postindustrial. Ciñéndose, con una firme voluntad de autoexigencia metódica y analítica, a las coordenadas impuestas por un vigoroso punto de partida, la ecumenópolis de Nueva York, donde ha residido varios meses, Marín ha tenido la brillante intuición de vincular dialécticamente en el espacio de la galería la vorágine insaciable de la metrópoli estadounidense con Málaga, estableciendo un eje de comunicación cuyo perfil estético viene dibujado por la experiencia vital del artista.

Organizada en cuatro círculos exploratorios interrelacionados o contrapuestos que se suceden en el tiempo, la exposición destaca en primer lugar por la calidad estética de las piezas, sobre todo en los casos en que el pintor hace de nuevo uso de hallazgos y técnicas precedentes. En este sentido, las posibilidades abiertas en la muestra de diciembre por la serie fotográfica en que se recogía la impresión del movimiento de la llama de una vela agitada por el artista, ofrecen aquí su confirmación práctica, tanto por la mayor perfección técnica como por la misteriosa belleza telúrica de esta nueva serie alusiva a la exploración del propio cuerpo y a la acción de ocupación del espacio, siempre a escala humana. Asimismo, la habilidad compositiva y aprovechamiento en el empleo del collage manifestados en los cuadros donde adhiere objetos de desecho que son otros tantos vestigios de su deambular urbano, también se han depurado respecto a las obras de similar filiación de inicios de los noventa, de igual modo que tienen una enorme fuerza visual las fotografías de proporción áurea en sus medidas del interior del metro neoyorkino, donde enfrenta gestuales trazos de pintura negra con un collage de bolsas de la compra cuya silueta ocupa la zona inferior del plano. El nexo de unión entre ambas ciudades es una instalación de forma rectilínea (metáfora de su itinerario) compuesta con piedras de derribo (metáfora de la ruina del pasado industrial de Málaga).

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 30 de enero de 1999