La suntuosidad pictórica de Javier Martín

Pintura. Javier Martín. Quiosco.

Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 6 de marzo de 2010.

 

La pintura de Javier Martín (El Viso del Alcor, Sevilla, 1979), desde 2003, pero de una manera más explícita desde 2006, de un cromatismo suntuoso y con abundante empaste en algunas zonas, se nutre por partes iguales del Expresionismo Abstracto norteamericano, de la abstracción lírica y del Pop, aunque en las obras de 2009 han desaparecido por completo las figuras, las letras y las referencias a la realidad que se apreciaban en los anteriores cuadros del decenio, tratadas, eso sí, de modo muy pictórico, esto es, Javier Martín. INCENDIO. 2009. Óleo y espray sobre lino. 146 x 114 cm.integrándolas como partes de un discurso autorreferencial en el que el único propósito es hablar sólo de la pintura. Y eso no sólo porque las palabras escritas con pintura en el lienzo se convertían inmediatamente en signos icónicos autónomos e independientes, a los que no parecía atañerles la memoria del artista, sino también porque las mismas figuras forzaban por diluirse en la materia pictórica circundante.

Ahora todo eso ha desaparecido y el protagonismo prácticamente completo lo tiene el color, que se desparrama en zonas más o menos delimitadas, como enormes manchas pastosas, a modo de un magma o fluido esparcido controladamente por la superficie. En este sentido las masas de color parecen hincharse y poseer una cualidad turgente, pero hay otras veces, siempre en el mismo cuadro, y este es uno de los aspectos más distintivos del lenguaje de Javier Martín, en que el color se aplica a modo de bandas, por ejemplo blancas y azules, en un extremo del lienzo, o rojas y blancas, confiriéndole un marcado punto de contraste, o incluso otras en que el color se extiende de modo enteramente plano, terso y limpio, sólo salpicado intermitentemente por chorreones directamente emparentados con el dripping estadounidense. Estas combinaciones sintácticas en la misma obra se completan con el nítido y perfilado dibujo de unos carnosos tallos vegetales, que de nuevo ponen al espectador ante un rico panorama de contrastes.

Sin embargo, el fondo conceptual de estos cuadros, aunque parezca paradójico, continúa siendo fundamentalmente pop, o, lo que es lo mismo, posee un substrato irónico que les resta cualquier seriedad que pudiese haber en ellos. Ese carácter pop está presente en el sueño infantil de golosinas y helados gigantes que se desvela tras el plano pictórico, helados cremosos con su cucurucho que se derriten y se funden. Y aquí se encuentra la principal referencia de esta serie, que no es otra que nada menos que Claes Oldenburg, quien a mediados de los cincuenta quedó fascinado ante el espectáculo de las calles metropolitanas, con sus luminosos y sus objetos de consumo, por ejemplo los helados, que convirtió en emblemáticas esculturas gigantes de la iconografía pop. Con un espléndido dominio de la técnica, Javier Martín nos ofrece un espectáculo de pintura pura, poética, sensual, suntuosa y cálida, en la que las golosinas de un quiosco infantil imaginario hacen las delicias del espectador ávido de sensaciones plásticas.

 

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 20 de febrero de 2010