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Estética de la felicidad Pintura. Eduardo Maximoff. Galería Nova. Málaga. Paseo de Sancha, 6. Hasta el 11 de diciembre de 2002. Limitado
su conocimiento a un reducido número de aficionados, la obra de Eduardo
Maximoff (San Juan de Luz, Francia, 1928) hace ya bastante tiempo que alcanzó
una plena madurez y que se distingue por su admirable maestría técnica,
exquisitez y elevado contenido poético. Establecido en Málaga desde 1959,
Maximoff tuvo la suerte de vivir siendo niño en un selecto ambiente artístico
y cultural en París, donde su madre residía y gozaba de la protección de
Sergei Ivanovich Shchukin, el legendario y riquísimo comerciante ruso que reunió
una formidable colección de, entre otros, los pintores impresionistas y
Matisse, y que murió en 1936. Con posterioridad, trató directamente a
destacados artistas que vivían en un París que, aunque empezaba a dar muestras
de agotamiento y cierta decadencia, sin embargo mantenía un sólido
cosmopolitismo y ambiente internacional. Entre los pintores que inmediatamente
acuden a la memoria
cuando se contemplan los cuadros de Maximoff, por la sutil influencia que han
podido dejar en su obra, sobresalen Bonnard, Vuillard, Courbet, Joaquín
Peinado, Benjamín Palencia, Pancho Cossío y Vázquez Díaz, con lo que de
camino se pone de relieve el indudable peso que los españoles de la Escuela de
París han tenido en su evolución estilística. Los óleos de esta exposición, realizados durante los dos últimos años, tienen como temas principales los interiores domésticos y el paisaje. Maximoff, que tiene la costumbre de pintar sus paisajes dándole la espalda al motivo, ya que para él lo importante es la presencia natural y cósmica del paisaje que le rodea, tiene la rara facultad de transmitirnos lo esencial a partir de muy pocos elementos, encuadrando con inusual acierto la composición, equilibrando las masas y graduando armoniosamente los tonos. Una extensa gama de verdes, ocres, rojos, marrones y azules confiere luminosidad y vibración cromática a una materia pictórica unas veces densa y compacta y otras tan ligera y tenue que casi se transparenta el lienzo. En la playa, por ejemplo, es un cuadro que formalmente recuerda a los impresionistas y algunas de sus figuras a Seurat, pero donde también está presente la huella matérica del Courbet de La playa de Saint-Aubin-sur-Mer. Por su parte, los interiores, burgueses, intimistas y con una amorosa organización de los objetos y las figuras en el espacio, evocan en ocasiones recuerdos de la niñez y de la juventud, como en El salón amarillo, donde parecen resonar los lejanos ecos de aquella tardía «estética de la felicidad» a la que se refería René Huyghe a propósito de la obra de Vuillard y, sobre todo, de Pierre Bonnard.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 2 de diciembre de 2002
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