Contra la dictadura del arte

Pintura, escultura y cerámica. Jonathan Meese. 3 x C = CIRCUSSYS CERAMICUSSUS CALIGOLOSSOZ (Once upon a time in Fort Knoxoz).

Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 20 de junio de 2010.

 

 

La posición del artista alemán Jonathan Meese (Tokio, 1971) resulta difícil de situar porque encierra a su vez una endiablada y aparentemente contradictoria diversidad de posiciones, que tienen que ver tanto con su gesto y su propósito como con las influencias Jonathan Meese. DAS AUSGERUFENE DES BALTHYS-STAATES. 2000. Collage on canvas. 180 x 140 cm.que recibe. Indiscutiblemente hay una actitud, no antiartística, ni mucho menos antivisual, como podría desprenderse del Dadaísmo histórico, sino más bien antisistema, o, si se prefiere, antisistema del arte. Éste es el ingrediente anarquista de su trabajo, que también supone una inmersión en el caos y en la entropía, un deliberado confusionismo y espíritu contradictorio. En cuanto a las influencias, resultan evidentes las de Baselitz, Kiefer, Beuys y las «combine paintings» de Rauschenberg. Junto a ellas hay que mencionar la tradición histórica y la cultura alemana en su conjunto, resultando también muy perceptibles la mitología germánica y la ópera de Wagner. En el fondo de todo, el espectro de Nietzsche, o lo que es lo mismo, la crítica despiadada al filisteísmo y a la cultura convencional, la dolorosa conciencia de la tragedia de la cultura moderna.

El resultado de todo este cóctel, en el que ni mucho menos se confunden los elementos, puede causar rechazo o desconcierto en el espectador, por la virulencia del lenguaje empleado, por su radicalismo, por su ausencia de cualquier componenda. Quizá sea más perceptible en los cuadros, pero puede aplicarse a todas las técnicas que Meese utiliza, desde el collage hasta la escultura y la cerámica. Su pintura es extraordinariamente pastosa, densa, con auténticos pegotes de óleo y acrílico, como ocurre con Kiefer, y está llena de turbulencias, de signos, de frases, de símbolos, de fotografías pegadas, de figuras monstruosas y actos obscenos, en donde, con independencia de cierto estilo underground, al margen de su rechazo frontal de cualquier academicismo, late siempre la honda preocupación por lo que ha sido y es Alemania, por lo que allí ha significado ser el poder y la autoridad. Hay que escrutar estos enormes cuadros con atención: donde menos se espera hay pegada una fotografía de Heidegger, o de Richard Wagner, que casi se solapan con los trazos de pintura que las rodean. Por no hablar de las esvásticas, las cruces de hierro y las imágenes semiocultas del dictador nazi. Pareciera como si Meese estuviese procediendo a un acto de exorcismo, tratando de expulsar los demonios que lastran el pasado reciente de Alemania.

Lo mismo podría decirse del grupo escultórico con Hagen von Tronje y Sigfrido, el caballero y el héroe respectivamente del «Cantar de los Nibelungos». Además de la pura iconografía, donde ambos personajes son maniquíes, y del carácter andrógino de Sigfrido, en el que resulta patético el intento de demostración de fuerza física apretando el puño, lo más relevante del grupo, inconfundiblemente germánico, es el hecho de que esté roto, esto es, que se trata de cuerpos destrozados recompuestos, rehechos a partir de materiales de desecho. El palo de madera que simboliza la lanza con la que Hagen da muerte al héroe, está manchado con pintura roja que representa la sangre. Esa misma orgía de sangre y de destrucción que fue la venganza de Crimilda por el asesinato de su querido esposo, en la que arrastró a su propio pueblo, se reeditó muchos siglos después en Alemania. Hay algo terrible y trágico en esta magnífica pieza de Meese.

No quisiera dejar de referirme a una serie de composiciones, de explícito contenido sexual, en las que abundante texto explicativo escrito por el autor en el lienzo, se complementa con las reproducciones de cuadros de Balthus en los cuatro ángulos del cuadro. Además de su germánica plasticidad, podríamos interpretarlas como narraciones visuales, un tipo de historias con personajes transgresores.

 

 

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 29 de mayo de 2010.