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La expresión indígena Escultura y cerámica de las culturas prehispánicas del Occidente de México Escultura y cerámica. Arte funerario del Occidente de México. Palacio Episcopal. Málaga. Plaza del Obispo, s/n. Hasta el 7 de marzo de 1999. El propósito directo de esta muy bien montada y didáctica exposición es dar a conocer entre el público español el aspecto más significativo de la rica y variada tradición cultural de los pueblos del Occidente de Méjico anteriores a la llegada de los europeos: su arte funerario, representado por las esculturas y piezas de cerámica que se depositaban en las tumbas para acompañar a los muertos en el inframundo. Desarrolladas durante los tres periodos en que se divide la historia de las antiguas culturas mejicanas, preclásico, clásico y postclásico, esto es, desde hacia el 2100 a.C. hasta la conquista del Imperio azteca por Cortés en 1521, la muestra recoge espléndidos vestigios de los olmecas, la cultura de Chupícuaro, la tradición de las Tumbas de Tiro y las culturas de Mezcala y Purépecha. En todos los casos, se trate de las esculturas en piedra, de las figuras de arcilla o de las vasijas y recipientes de cerámica de forma humana y animal, sorprende el extraordinario sentido plástico, plenamente moderno, con el que está trabajada la materia, unas veces, como ocurre con las figuras antropomórficas de la tradición de las Tumbas de Tiro, con facciones y ademanes de una enorme fuerza expresiva y una rara habilidad para la representación de las más diversas posiciones del cuerpo, otras, en cambio, como en la cultura de Mezcala, con una economía y síntesis formal próximas a la abstracción. Idéntica modernidad se desprende de las vasijas pintadas de Chupícuaro, decoradas con motivos abstracto-geométricos de contenida simplificación lineal. Es
precisamente esta impresión de modernidad la que confiere un especial valor
indirecto a la muestra, pues, junto a la lectura arqueológica y antropológica,
existe un substrato más profundo de análisis cuyo objeto es el estudio de las
relaciones entre aquel pasado y la génesis del arte moderno en Méjico. No sólo
en el país azteca, sino en casi todos los latinoamericanos, la formación del
arte moderno estuvo ligada a un intenso debate histórico-cultural en el que la
recuperación del legado precolombino desempeñó un papel clave en el intento
de articular unas señas de identidad nacionales. Esta revalorización de lo indígena
y, por extensión, de lo popular, muy influyente en la enseñanza artística,
sin embargo, no se vio acompañada, salvo excepciones, de préstamos directos de
las formas de la plástica precolombina entre los creadores vinculados al
movimiento indigenista que se propagó en buena parte de América Latina durante
la primera mitad del siglo, ya que, aun cuando el contenido de las obras se
centró con frecuencia en la vida indígena, los modos de expresión dependían
del arte europeo. Por lo que respecta a Méjico, las excepciones más destacadas
son las de Roberto Montenegro, Adolfo Best Maugard y, en la segunda mitad de
siglo, cuando cambian los paradigmas dentro de los cuales se interpretó el
indigenismo, la soberbia obra de Rufino Tamayo. Como bien dijo Octavio Paz, en Méjico
«la modernidad era la antigüedad más antigua». ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 27 de febrero de 1999
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