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Interiores de vacío y silencio Fotografía. Begoña Montalbán. Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 24 de octubre de 2005.
Desde la primera mitad de los noventa, la obra de Begoña Montalbán (Bilbao, 1958), caracterizada por la variedad de técnicas y de soportes que usa, ha dirigido primordialmente sus intereses hacia la reflexión sobre el cuerpo, el dolor, la enfermedad y la acción terapéutica sobre el sufrimiento, en su doble vertiente física y mental, con una atención especial hacia la mujer, aunque ella mantiene reservas respecto a una adscripción feminista de su arte y prefiere hablar de un feminismo intuitivo y experimental, alejado de presupuestos teóricos y doctrinales. En su producción desde entonces ha destacado tanto el aspecto simbólico de sus objetos e instalaciones como el recurso a la utilización de la voz y del sonido como material escultórico que llena a su vez un espacio. Las fotografías que presenta en Málaga pertenecen en muy escaso número a su serie Espacios reservados, de 2001, y en mayor medida a su siguiente serie de fotografías digitales sobre aluminio y metacrilato, Interiores, de 2002-2003, muy pulcramente realizadas y en las que vemos a mujeres desnudas que semejan ser maniquíes, en diferentes gestos y posturas, en cualquier caso menos rígidas y ya no individualizadas como en la serie anterior, teñidas de blanco sobre un fondo asimismo blanco, neutro e impoluto, un fondo vacío y silencioso, de tal modo que lo único que destaca en esa ambigua fusión entre las figuras y el espacio son los ojos con las pestañas pintadas de negro y la boca con los labios pintados de carmín. De entre el desasosiego que nos provocan estos productos del deseo, sólo se subrayan el sentido de la vista y el órgano por el que se emite la voz y nos alimentamos. Pero las resonancias simbólicas de estas imágenes es mucho más compleja. Aquí se articulan cuatro símbolos poderosos: blanco, maniquí, ojo y boca. El blanco, tanto la suma como la ausencia de los colores, es aquí el blanco mate de la muerte, que absorbe el ser y lo introduce en el mundo lunar, frío y hembra, conduciéndolo a la ausencia, al vacío nocturno, a la desaparición de la conciencia. Es el blanco que actúa sobre nuestra alma como el silencio absoluto, si bien este silencio está lleno de posibilidades vivas. Es el blanco lívido que se opone al rojo. Aquí el rojo es un poder nocturno, hembra también, que posee un poder de atracción centrípeto y posee una relación con la muerte. El ojo es símbolo de conocimiento y de percepción. La boca es el símbolo de la potencia creadora y de la insuflación del alma, pero también es su opuesto, la fuerza capaz de destruir, matar, trastornar y abatir. Es un símbolo ambivalente del infierno y del paraíso. En cuanto al maniquí, es uno de los símbolos de la identificación, en este caso con una persona, esto es, la asimilación de un ser a su imagen, pero asimismo la identificación con un deseo pervertido, con una falta. Las figuras de Begoña Montalbán, en definitiva, están tomando la imagen por la realidad, haciéndonos reflexionar sobre el mundo de las apariencias y la disolución del yo en la nada silenciosa de una vida vacía que anula el ojo del conocimiento y de la sabiduría.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 7 de octubre de 2005
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