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Melancolía de la pintura Pintura. Pedro Morales Elipe. Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 9 de junio de 2002.
Las últimas obras de Pedro Morales Elipe (Membrilla,
Ciudad Real, 1966), al mismo tiempo que ponen de manifiesto una más rigurosa
depuración formal respecto a sus anteriores trabajos, acentúan los principales
rasgos distintivos de su personal estilo: el carácter íntimo del ambiente y la
callada melancolía que desprenden los objetos, la cálida humanidad, la
elegante armonía tonal y la amorosidad y exquisitez con que están aplicadas las
pinceladas, fiel reflejo de una verdadera pasión por la pintura. Entre
las raíces estéticas y espirituales de estos sutiles lienzos habría que
mencionar los interiores de la pintura holandesa del siglo XVII, Morandi e
incluso Diebenkorn, del mismo modo que hay algunos paralelismos con cierto período
de la producción de José Luis Pastor, y, sobre todo, con Santiago Mayo. La
filiación con los maestros holandeses tiene que ver tanto con una filosofía de
la existencia en la que ocupa un lugar central la calma y serenidad de las
cosas, como con la delectación en las cualidades materiales y en las
propiedades físicas de los objetos, aunque la frecuente presencia en los
cuadros de Morales Elipe de tubos y copas de fino y transparente cristal, habría
que interpretarla no meramente en el sentido de un virtuoso ejercicio de trompe-l’oeil,
sino primordialmente (en nueva conexión, sin duda, con la mencionada escuela
barroca) en el de un significado simbólico, que muy bien podría ser el de la
pureza y la limpidez, o el de la fragilidad de la vida, pero que quizá se
refiera antes que nada al cristal como representación del plano intermedio
entre lo visible y lo invisible. En cuanto a la vinculación con Morandi, no debe ser entendida en un sentido reduccionista, sino como una alusión genérica a cierta atmósfera emparentada con Valori Plastici y con la pintura metafísica italiana, de igual modo que haber citado al selecto miembro de la escuela del Pacífico, nos autoriza a mencionar también a un pintor como Sean Scully. Pero lo que resulta un valor cada día más raro es la primorosa y delicada pincelada de Morales Elipe, larga, detenida, sensual, portadora de esas cualidades táctiles de la pintura que no pueden ser sustituidas por ninguna otra actividad o intervención artística.
©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 3 de junio de 2002
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