El jardín esteticista de Pedro Mora

Pintura. Pedro Mora.

Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 24 de abril de 2006.

 

La serie de cuadros dedicada por Pedro Mora (Guareña, Badajoz, 1965) al tema del jardín cerrado, al «hortus conclusus» de la tradición clásica, es un ejercicio puramente abstracto y esteticista en el que el pintor no ha querido hacer ninguna manifestación gestual o informalista. El discurso teórico se sustenta en el concepto de jardín que comienza a desarrollar el pensamiento estético del siglo XVIII, Pedro Mora. "Jardín cerrado XXIV", 2005. Acrílico / lienzo. 100 x 81 cm. una época en la que se toma expresa conciencia de que un jardín no es una parte de la naturaleza, sino la reordenación que hace el hombre de un trozo de naturaleza siguiendo una serie de normas y criterios acordes con sus gustos y criterios estéticos. A diferencia de los jardines franceses de la segunda mitad del siglo XVII, como el de Versalles, llenos de parterres con plantas y caminos ordenados rígida y racionalmente, los jardines ingleses de la centuria siguiente comienzan a introducir un elemento que fecundará el alma romántica: lo pintoresco, de tal modo que, aunque en realidad el jardín estuviese cuidadosamente planificado, parecería haber sido trazado de manera fortuita y caprichosa, dejando vestigios del pasado, como ruinas arquitectónicas, integradas en el paisaje.

Pedro Mora reflexiona en estas variaciones esteticistas, en estos divertimentos pictóricos, sobre una de las acepciones más consolidadas de la nación de lo pintoresco, a saber, aquella visión o perspectiva de la naturaleza que merece ser pintada, una naturaleza cuya variedad, irregularidad y singularidad seduce a los sentidos. Pedro Mora no se interesa, repárese bien, en la otra noción hacia la que evolucionará la sensibilidad estética inglesa del siglo XVIII, la noción de lo sublime, relacionado con el sentimiento de la grandeza y de la infinitud, sino que se detiene en ese concepto prerromántico de lo pintoresco, una excusa perfecta para plantearnos una meditación en forma de metáfora: del mismo modo que el jardín se moldea por el hombre ajeno a la incertidumbre y al caos del mundo exterior, también el arte se nutre de la realidad, pero sus fines están fuera de ella. Para Pedro Mora, el tema de la pintura no deja de ser la pintura misma.

El resultado son unas composiciones en las que la articulación de las formas circulares de diferentes colores se produce por la intromisión de una delgada línea que se enrolla como un ovillo en una propuesta que podría ser calificada de decorativa. Las obras más logradas quizá sean aquellas en las que la superficie entera del cuadro está pintada de gris, como representando un día brumoso. Sobre ese fondo puramente pictórico, una delgada línea se dibuja en algunas zonas, cual si se tratase de formas elementales gravitando en un espacio indeterminado.

 

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 10 de marzo de 2006