El
museo oculto
Algunas
de las piezas más representativas del recientemente desmantelado Museo
Provincial de Bellas Artes de Málaga
Pintura,
escultura y grabado. Obras maestras del Museo de Málaga.
Salón
de Columnas del Palacio de la Aduana. Málaga.
Si todavía alguien continuaba
albergando dudas acerca de la idoneidad del majestuoso palacio de la Aduana como
futura sede del Museo de Bellas Artes de Málaga, esta espléndida exposición,
donde se exhibe una cincuentena de piezas rigurosamente seleccionadas y en buena
parte restauradas para la ocasión de entre las más de dos mil que constituyen
los fondos del citado museo, aunque sólo sea de manera muy incompleta, anticipa
sin embargo de modo tan vigoroso y persuasivo la que sería, junto al venidero
Museo Picasso, la clave de bóveda de la oferta cultural de la ciudad en el
arranque del nuevo siglo, que ella sola se basta para disipar aquellos reparos
definitivamente.
La
inexplicable situación a la que se ha llegado en el último año, con el museo
clausurado y sus obras almacenadas irónicamente en dependencias de ese mismo
palacio al que se niega sea su asiento, sólo cabe entenderla como consecuencia
de un cúmulo de despropósitos e interferencias políticas espurias cuya
responsabilidad compartida, bien es verdad que en grados diferentes, corresponde
exclusivamente a las administraciones central, autonómica y local: la primera,
por su autoritario y cerril empecinamiento en no ceder el emblemático edificio
barroco-clasicista, desoyendo así el clamor de la ciudadanía y el dictamen de
la mayoría de los expertos, quienes han aducido razones de suficiente peso,
entre otras su estratégica ubicación en el paisaje urbano y sus envidiables
características físicas, favorables a su conversión en contenedor que
acogiese las secciones de bellas artes y arqueología del museo, propuesta
fundamental que tampoco debería verse en lo sucesivo distorsionada por otras
que desde los puntos de vista más peregrinos se han formulado en pro de un
impreciso y aleatorio «uso cultural» del edificio (por supuesto que Madrid está
en su derecho y posee argumentos sólidos para seguir conservando la propiedad,
pero, desde el razonable aserto de que todo en este ámbito es negociable, debería
ser más sensible a los intereses culturales y económicos de Málaga, esforzándose
en pactar una salida que contemplase la construcción de una sede funcional
capaz de centralizar los servicios del Ministerio titular); la segunda, por su
notoria falta de previsión a la hora de decidir el cambio de uso de Buenavista,
cuyos fondos hoy ocultos gestiona en virtud de sus competencias autonómicas; la
tercera, por sus contradicciones y poca firmeza en la defensa del proyecto.
No obstante
las enormes dificultades, me resisto a dar el caso por concluido. No sé cuándo
llegará el momento oportuno de reconducirlo, pero el beneficio de la ciudad, la
dignidad de la colección y el respeto a nuestra memoria cultural así se lo
exigen a todas las partes implicadas.
©Enrique
Castaños Alés
Publicado
originalmente en el diario Sur de Málaga el 16 de enero de 1999