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La ausencia del lugar Pintura. Óscar Pérez. Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 28 de junio de 2004.
Las últimas obras de Óscar
Pérez (Córdoba, 1968), agrupadas en esta exposición bajo el título de Proyecto
Arcadia, ponen de relieve dos realidades estéticas distintas y al mismo
tiempo complementarias. En primer término se hallan los cuadros, claros
exponentes de que hoy por hoy Óscar Pérez es ante todo un pintor, un artista
instalado de manera natural en un universo abstracto, porque él no hace más
que llevar al lienzo el mundo espiritual subjetivo que atesora, un mundo hecho
de silencios, de vacíos y de ausencias, elaborado con los mínimos elementos
posibles, de suma exquisitez y elegancia. Realizados, como viene siendo habitual
en él desde hace años, con acrílico, betún de Judea y aceite, las
composiciones de gran formato que presenta ahora sólo contienen dos colores, el
gris y el negro. Éste último suele ocupar la mayor parte del cuadro, en su
zona central, y es aterciopelado y profundo, muy intenso, como si se tratase del
correlato plástico de la particular problemática existencial y metafísica del
creador o de un insondable enigma acerca del sentido de la vida. Pero por la
forma de las zonas negras y grises de estos cuadros, si los cotejamos con la única
pieza disconforme con ellos de la galería, advertimos no sólo una
correspondencia entre toda la serie y esa solitaria obra, sino que la estancia
deviene una especie de lugar escultórico, mejor aún, que más que un lugar,
los lienzos nos están indicando metafóricamente una ausencia de lugar. Y aquí entra en liza
la otra parte de la muestra, comparativamente mucho más reducida, pues sólo se
trata de una pieza, pero indispensable para explicar los más recientes
intereses de Óscar Pérez y las transformaciones que sutilmente se están
operando en su espíritu. Se trata de una fotografía en color en la que se ve
un espigón de piedras de la costa malagueña sobre el que se han colocado cinco
planchas de poliestireno, con el mar y el cielo al fondo, ambos de un azul que
evoca las composiciones dominadas con ese color que el propio Óscar expusiera
en esta misma sala hace varios años. ¿Qué está ocurriendo? ¿Cómo un
artista que desde el año 1992 lleva ininterrumpidamente expresándose a través
de la pintura, de la desnuda forma abstracta, recurre ahora de pronto a la
fotografía y a motivos reconocibles? La respuesta es doble. Por un lado, Óscar
Pérez ha necesitado expresarse con otro lenguaje y a través de otro medio,
salir del cargado ambiente de la pintura en el que ha vivido hasta ahora de
manera exclusiva, con una entrega total y disciplinada. Por otro lado, se está
produciendo, como el mismo artista ha reconocido en un poético texto escrito
para la ocasión, un acercamiento amoroso hacia la naturaleza, una especie de
comunión mística que despierta en él sensaciones próximas al concepto de lo
sublime del romanticismo nórdico. Desde el punto de vista lingüístico, la fotografía expuesta, seleccionada de un conjunto de más de trescientas, revela una afinidad con los presupuestos del land art, sobre todo con los de artistas como Carl André y Robert Smithson, esto es, no considerar la naturaleza en sí misma, sino como un medio y lugar de experimentación, mejor aún, como un lugar de intervención. En cualquier caso, Óscar Pérez se aleja de veleidades ecologistas, hace uso de la naturaleza de un modo metafórico, plantea intencionadamente una oposición entre producción industrial, artificial, y realidad natural, y tiene interés en introducir el concepto de simulación, pues las planchas de poliestireno semejan losas de piedra. Esta búsqueda de lo absoluto en la naturaleza, no obstante, cuando miramos hacia los grandes cuadros negros, comprobamos que está teñida de cierto tono elegíaco, pues, como en el misterioso lienzo de Poussin, no todo es felicidad en Arcadia. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 28 de mayo de 2004
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