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El sueño de los objetos Fotografía. Ouka Lele. Centro de Exposiciones de Benalmádena. Avenida de Antonio Machado, 33. Hasta el 19 de diciembre de 2010. Durante varios años, Ouka Lele (Madrid, 1957) fue uno de los símbolos de una generación. Empezó a ser conocida hacia 1979, aunque sus primeras fotografías publicadas datan de 1976, cuando apareció el libro Principio. Nueve jóvenes fotógrafos españoles, iniciativa de algunos miembros del Photocentro madrileño. Lo ha contado en varias ocasiones una de las personas que mejor han conocido su trabajo y su trayectoria desde entonces, el fotógrafo Carlos Serrano. Todavía por esos años firmaba como Bárbara Allende [y Gil de Biedma]. La adopción del nombre artístico con el que es conocida, y que le ha servido también de enmascaramiento, tiene que ver en parte con un dibujo de El Hortelano de 1977, Constelación (en zelestes procesiones de sueños hechiceros), donde aparece una estrella en el firmamento nocturno cuyo nombre, Ouka Leele, decide adoptar la joven fotógrafa. Es verdad que lo hizo suprimiéndole una «e», pero posteriormente parece que la ha vuelto a recuperar. Lo cierto es que durante un tiempo prolongado firmaba Leele y otras veces sólo Lele. En marzo de 1980, en la Galería Redor de Madrid, realizó su primera individual, donde expuso sus célebres y controvertidas Peluquerías, y en cuya inauguración, que ha quedado muy bien documentada por la cámara de Michael Wray, apareció con un original traje negro de fuelle de cámara fotográfica, ataviada su cabeza con un cerdito relleno de pilas y de cables eléctricos. Esta primera contribución suya a la estética de los setenta, con esos colores ácidos de raigambre pop que eran también propios de la generación Nueva Lente, no excluía ni el absurdo ni lo irracional, haciendo un derivado objetual de la tradicional peineta española. El Cartel para Meye Maier, de 1984, supuso una mayor complicidad con sus personajes, culminando toda esta primera etapa con dos fotografías emblemáticas: Madrid, 1985, una especie de reconstrucción mitológica con quince modelos alrededor de la fuente de la Cibeles en la capital de la movida, con una entonación cromática maravillosa que parece directamente extraída de los años veinte, y Peor imposible, de ese mismo año, donde diez personajes recrean en clave pop el cuadro de Las Meninas de Velázquez. Otro de sus principales campos de actuación ha sido la naturaleza muerta. Uno de sus bodegones más sofisticados es el que aparece sobre la mesa en su Autorretrato de poetisa de 1986, componiendo un auténtico jeroglífico intelectual preñado de ensoñación poética. Aquí se advierte muy bien la especial sensibilidad de Ouka Lele para dotar de fragilidad poética a ciertos objetos. La exposición de Benalmádena, una retrospectiva muy completa que se seleccionó con motivo de concederle el Premio Nacional de Fotografía de 2005, hace un recorrido por sus principales temas, entre los que todavía hay que mencionar los desnudos, los paisajes naturales, el costumbrismo antropológico, el retrato y los interiores. En ocasiones tiende a lo abstracto y conceptual, como en el empedrado que solamente vemos en El alma de Lisboa, de 1995; en otras, recrea series de otros artistas, como hace en El elixir de la vida (1988) con la serie Untitled Film Still de Cindy Sherman, y en otras, como en El espejo de Venus tiene escamas (1985), roza el «ojo soluble» del Surrealismo histórico. En definitiva, una fotógrafa muy ecléctica que ha sabido como pocos estrechar lazos entre la fotografía y la pintura.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 11 de diciembre de 2010
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