Palmira Abelló o la imagen interior

Pintura y dibujo. Palmira Abelló.

Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Torremolinos. Hasta el 27 de junio de 2008.

En su conocida Carta de un joven poeta a un joven pintor, de 1810, Heinrich von Kleist dice que «¡La tarea no es ser otro, sino vosotros mismos, hacer visible por el dibujo y los colores lo más propio e íntimo de vosotros!» Por su parte, en una fecha sin Palmira Abelló. MARIETA. 2005. Acrílico / lienzo. 100 x 76 cm. determinar pero que puede situarse hacia 1830, el pintor romántico alemán Caspar David Friedrich, en un breve texto titulado Sobre arte y espíritu artístico, afirma que «no se dispuso el hombre como modelo necesario del hombre, sino que su meta es lo divino, lo infinito. ¡Es al arte y no al artista a lo que hay que aspirar! El arte es infinito, finito es todo artista, toda destreza, todo saber». 

Toda la obra de Palmira Abelló (Madrid, 1934) está atravesada de una ensoñación poética que entronca con la teoría romántica del arte. La hondísima sensibilidad artística y espiritual de Palmira es la causante de su admiración inagotable ante el espectáculo de la naturaleza, ante la belleza de los cuerpos, ante el constante regenerarse de la vida y de la creación toda. Las embarcaciones que pinta en mares zarandeados violentamente por la tempestad, son otras tantas muestras de su devoción sagrada hacia lo sublime, hacia esa categoría prerromántica kantiana en la que el hombre se siente empequeñecido ante la grandiosidad del cosmos. En este apartado, su obra se halla sobre todo próxima a William Turner, pues todo parece tender hacia la abstracción de la forma, hacia la disolución de la materia en el agua, en el aire, en la lluvia, en el vapor, en la velocidad. Es un proceso inaudito y milagroso el de estas composiciones maravillosas de Palmira, cuyos elementos materiales, cuyos pigmentos se diluyen y se confunden con la luz.

Pero todavía hay un capítulo aún más admirable en la producción de esta gran pintora. Son sus figuras femeninas. A pesar de sus nombres propios, lo que podría insinuar que se trata de retratos, en realidad se trata de visiones interiores. No se trata aquí de esa «cierta idea que me viene en la mente» de la que hablase Rafael Sanzio en 1514 en una carta a Baltasar de Castiglione a propósito de la Galatea, es decir, no se trata de una suma o una síntesis de múltiples bellezas observadas en las calles de la Roma del Alto Renacimiento, sino de una visión interior, de una imagen interna del espíritu que se traduce en pura belleza plástica. Los «retratos» femeninos de Palmira Abelló son realidades neoplatónicas del alma, añoranzas de una armonía irrealizable, presencias fugitivas, insondables, misteriosas y lejanas de la belleza que anida en lo más profundo de un espíritu sin mácula.

 

 

 

 

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 20 de junio de 2008