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Egoficcionario de Peinado Exposición antológica de aguafuertes del malagueño Francisco Peinado realizados en los últimos treinta años Grabado. Francisco Peinado. Museo del Grabado Español Contemporáneo. C/ Hospital Bazán, s/n. Marbella. Hasta el 15 de agosto de 1999. De Francisco Peinado (Málaga, 1941) bien puede decirse aquello de que ha renunciado a tener una vida para hacer su obra, o, más bien, que ha hecho de la obra su vida. Ha renunciado, entiéndaseme bien, a tener una vida social normalizada, acorde con ciertas reglas que nos impone la convivencia cotidiana en este mundo de apariencias, pero no, ni mucho menos, sino todo lo contrario, a atender la insistente llamada del turbulento e impetuoso caudal de su vida interior, vida íntima y particularísima que contiene un plus de vitalidad precisamente porque no abdica nunca de la agónica adhesión a la propia identidad, con todas las frustraciones, espectros y, a veces, insoportable soledad que la acompaña. En los últimos treinta años esa obra ha ido desplegándose en cuatro vertientes igualmente fecundas, pero también complementarias y hasta cierto punto indisociables: la pintura propiamente dicha, el dibujo, la acuarela y el grabado. La presencia de éste en su producción, recogida en esta espléndida muestra antológica a través de casi medio centenar de piezas, en su mayoría aguafuertes, realizadas entre 1968 y 1998, lejos de revelarse circunstancial o subsidiaria respecto de la obra pictórica, resulta determinante en un triple sentido: por las claves que ofrece sobre el modo de trabajar del artista, por su carácter premonitorio en cuanto que anticipa ulteriores conquistas plásticas y por el genuino mundo entre surreal y visionario y la fantasmagórica fauna humana y animal que pueblan las composiciones. Adscrito a una figuración elaborada con elementos de procedencia fantástica y surreal, Peinado, y de manera particular en sus estampas, muchas de ellas grabadas por él mismo con incontestable dominio de la técnica, es un transgresor de la opaca realidad contingente, un iconoclasta de la falsa moral acomodaticia y castrada por los prejuicios, un indagador, unas veces atormentado y circunspecto, otras irónico y mordaz, del complejo y contradictorio universo de las pasiones de los hombres, sobre todo las más directamente relacionadas con el sexo y el poder. Las minuciosas y precisas incisiones sobre la plancha, los acentuados contrastes de claroscuro entre densas zonas negras enmarañadas y filamentosas y otras blancas resplandecientes de luz, las sutiles y transparentes gradaciones de grises intermedias, constituyen el sólido soporte sintáctico de un artista que no sólo se ha hecho a sí mismo, sino que se ha construido un ficcionario a la desproporcionada medida de sus obsesiones. Si hubiese que señalar un epítome concluyente de éstas, quizá ninguno más adecuado que Yo y la piedra, enigmático aguafuerte y aguatinta editado por el taller Gravura con el que Peinado ganó el Premio Nacional de Grabado en 1994. En él una gigantesca piedra bruta, andrógina y símbolo de libertad, se contrapone a un extraño tótem o menhir tallado de aspecto fálico, símbolo de servidumbre y tinieblas, que arroja semen y mantiene encapsulada a una figura masculina. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 10 de julio de 1999
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