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Claridad y sosiego Pintura. Francisco Peinado. Galería Nova. Málaga. Paseo de Sancha, 6. Hasta el 12 de mayo de 2004. Después del delirante y casi
esquizoide repertorio de personajes angustiados y sufrientes, desgarrados y
sumidos en el sueño o en la locura con que Francisco Peinado (Málaga, 1941)
tapizó con sus cuadros en diciembre pasado las paredes del Museo Municipal, el
pintor ofrece ahora una treintena de piezas de pequeño y mediano formato cuyas
más evidentes características, en comparación con el tremebundo espectáculo
anterior, son la radical claridad de la paleta, la eliminación del collage y de
cualquier tipo de objeto adherido al lienzo y el sosiego y templanza general de
los temas. Pero como al revisar las fechas comprobamos que las obras ahora
expuestas están realizadas en el mismo tiempo que las exhibidas con
anterioridad, se ratifica que Peinado hace una cosa y otra al unísono, mejor
dicho, que su actividad creadora tiene dos caras, como Jano, una expresionista,
una suerte de versión particular a lo Gutiérrez Solana, no porque se
parezca a éste, sino por su carácter independiente e inclasificable, y otra más
tranquilizante y, en cierto modo, más investigadora, pues algunas veces
aprovecha estos periodos de calma en medio de la tempestad para explorar nuevas
soluciones formales, curiosamente orientadas casi siempre en una dirección que
tiende a la eliminación de la figura, aunque casi nunca prescinde de ella por
completo. El lienzo Visitando una exposición es, en muchos aspectos, un Peinado en estado puro: colores planos, reducción cromática, relación color-sentimiento, desquiciamiento espacial, situación anómala, absurda o irracional, lo más probable otra expresión más de las propias obsesiones. Repárese, a este respecto, en la indiferencia del visitante y en la extraña presencia del personaje femenino desnudo atado a dos postes, quién sabe si una pieza más de la muestra. También en una línea de «expresionismo blando» estaría el óleo titulado Camisa. En cambio, Sapos y ranas parece constituir un lírico homenaje al Monet encerrado en Giverny pintando una y otra vez sus Ninfeas, mientras que Las cabras de Van Gogh nos evoca esa pincelada corta y en forma de espiral o de torbellino del periodo de Saint-Rémy del pintor holandés. Las innovaciones están presentes sobre todo en Berlín, mientras que Dos hermanas es un precioso cuadrito lleno de encanto, ternura y poesía.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 5 de mayo de 2004.
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