El arte como tarea compulsiva

Pintura y escultura. Francisco Peinado.

Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 31 de enero de 2006.

 

La exposición individual que Francisco Peinado (Málaga, 1941) muestra estos días bajo el título de «El destripador» no hace más que ahondar en los fantasmas interiores, en las obsesiones personales y en la singularísima concepción del mundo que tiene este eximio artista, cual si diseccionase y Francisco Peinado. "El destripador", 2005. Óleo sobre cartón. 105 x 75 cm.destripase con inusual ahínco sus más secretas interioridades, aunque al final lo que siempre prevalece es la pintura, una pintura sentida biológicamente por Peinado, como una parte natural suya a la que no pudiese renunciar y con la que, sin embargo, discute y se enfrenta. Porque en estas obras tremendas, enormemente expresivas y llenas de experiencias íntimas, de recuerdos remotos o de utópicos anhelos, se palpa la pelea entre el artista y su obra, una obra nada convencional, vomitada como un grito, como una señal de su existencia en el mundo. Porque este es el modo que tiene Francisco Peinado de decirnos que está aquí, junto a nosotros, empapándose de todo lo bueno y lo malo de la realidad, a la que no renuncia, sino que parece absorberla por entero.

Nada más entrar en la sala el visitante se siente irremediablemente atraído por «El menú», una pieza truculenta formada por una gran mesa de madera de la que salen dos emisores de humo y sobre la que se encuentra un muñeco de trapo, presumiblemente la víctima a la que le ha sido arrancada la cabeza, junto a la que se sitúan media docena de platos cuyo contenido es o bien un pene, o un sexo femenino, o unos senos, o unos dedos cortados y ensangrentados, o bien una nariz o una oreja. Por supuesto que la escena no está exenta de ironía e incluso de humor negro, aunque de algún modo se sobrepone a ella lo espantoso y lo terrorífico. Otra pieza que hay al lado de la anterior, una escultura que representa una cabeza, nos proporciona una de las posibles claves de la exposición, y es que, al estar hecha de trapo, hace un homenaje más o menos explícito a Louise Bourgeois, quien también presenta un trasfondo freudiano muy complejo en su obra.

Se trata en general de obras muy físicas, con una presencia muy rotunda, sin términos medios ni ambigüedades. Eso al menos es lo que se desprende de una pieza como «Sudario», formada por un colchón al que se le ha pegado un enorme mechón de pelo negro, sucio y grasiento. Es como la presencia de un ser que ha sufrido mucho, o que ha vivido de manera atormentada, pero no por él mismo, sino por los otros, por el entorno, que no le ha dejado vivir, que lo ha maltratado. En otras ocasiones, en cambio, hace Peinado emocionados y elegantes homenajes a los grandes de la historia del arte, como en «Mujer velazqueña», tocada con una falda que alude claramente a los trajes de las meninas que acompañan a la infanta Margarita, y donde también observamos una puerta al fondo a la izquierda por donde parece huir la estructura del cuadro, como si succionase lentamente su contenido compositivo. Pero si alguien quiere comprobar el completo sentido del color en Peinado no tiene más que echar un vistazo a «En la cama con rana», donde, además de lo insólito y grotesco del tema, una rana que comparte cama con una pareja, la armonía de azul, rojo, verde y amarillo está absolutamente lograda.

 

 

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 16 de diciembre de 2005