|
Las obsesiones de Francisco Peinado Pintura, escultura e instalación. Francisco Peinado. King Kong y sus muñecas. Museo Municipal de Málaga. Jardines de la Coracha. Hasta el 1 de octubre de 2006. Una de las interpretaciones más difundidas de la legendaria película King Kong, dirigida en 1933 por Ernest B. Schoedsack, afirmaba que el monstruo no era más que una metáfora de la crisis económica desencadenada a partir de octubre de 1929 con la caída de la Bolsa de Nueva York. La bestia, de este modo, vendría a simbolizar los miedos y las angustias que se habían apoderado de una buena parte de la sociedad norteamericana. Ahora, tomando como pretexto aquel mito y aquella película, Francisco Peinado (Málaga, 1941) lleva a cabo una doble tarea, simultánea y tan íntimamente entrelazada que la una no se puede explicar sin la otra: reflexionar sobre las circunstancias históricas del presente y dejar surgir libremente sus fantasmas y obsesiones interiores. Hace casi tres años, en este mismo espacio, la muestra titulada Imagen de guerra, tomaba también como pretexto de la poderosa expresión creativa de Peinado la guerra de Irak. Desde luego, lo primero que le sorprende al visitante es la extraordinaria fecundidad de un artista rebosante de imaginación y de capacidad de trabajo, a pesar de haber sufrido una grave enfermedad recientemente y durante un tiempo prolongado. Una y otra exposición son enormes muestras individuales, muchas veces con cuadros de gran formato, que sin duda ponen a prueba la resistencia física y la creatividad de un artista. Continuando con aquella experiencia, Peinado nos ofrece una vez más el resultado de escrutar el presente, de observar esa extraña manera de vivir y de relacionarse entre sí que tienen los seres humanos. Pero, es conveniente subrayarlo, eso es sólo el pretexto. Lo verdaderamente importante es cómo todo ese material es procesado por su inteligencia y por su espíritu, como se traduce en materia plástica original e intransferible, cómo termina arrastrando las propias obsesiones, miedos y espectros que han acompañado y acompañan a Peinado desde hace tantos años. Aquí está expresada la violencia, el terror, la angustia, la ansiedad, el sexo, el erotismo, lo ruin y lo bajo, lo escatológico y lo misterioso, pero también la ironía y el humor negro. Esa diversidad de asuntos y de intereses está a su vez sustentada en una miríada de técnicas, de multiplicidad de trazos y de gestos, de objetos y materiales dispares pegados e incorporados al lienzo, desde trapos y pelos hasta pequeños objetos metálicos. Con un estilo figurativo que debe mucho al expresionismo, al surrealismo e incluso al dadaísmo, Peinado no tiene reparo alguno en introducir de vez en cuando una cuña abstracta que puede desconcertar a más de un observador. Sorprende su capacidad en ocasiones para la sobriedad, la economía de medio, la monocromía, la contención gestual. De ahí el intenso contraste con sus orgías desenfrenadas de color y de expresión, sus títulos a veces incomprensibles y absurdos. Pero todo eso forma parte del modo tan personal con que Peinado ve y entiende el mundo, que no es más que el modo de psicoanalizarse constantemente a fin de no sucumbir a la desesperación.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 8 de septiembre de 2006
|