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La mirada fragmentada Fotografía. Carlos Pérez Siquier. Palacio Episcopal. Málaga. Plaza del Obispo, s/n. Hasta el 4 de octubre de 2003. Dotado de una mirada
profundamente contemporánea, creador de la revista Afal a mediados de los
cincuenta, autor de un mítico reportaje sobre el barrio almeriense de La Chanca
entre 1955 y 1965, Carlos Pérez Siquier (Almería, 1930) es un destacado teórico
entre los miembros de su generación, aunque, sobre todo, es un fotógrafo que
ha sabido crear un lenguaje personal inconfundible. Notario minucioso de la
geografía de su provincia natal, Pérez Siquier, como puede observarse en esta
amplia selección de su serie La playa realizada entre los setenta y los
ochenta, huye de la mera anécdota, de lo descriptivo y literario, centrándose,
en cambio, en trozos, en fragmentos de una realidad que esconden una honda pasión
por el objeto, por el detalle, por el fragmento que sortea y evita la totalidad.
En este sentido, Pérez Siquier posee una mentalidad artística plenamente
postmoderna. Pero también son
deudoras estas fotografías de una estética muy conocida de la posvanguardia y
de una determinada visión del mundo y de la vida. Aquella estética es la estética
pop, entendida sobre todo en su preocupación e interés por lo corriente, lo
cotidiano, incluso lo vulgar, pero sazonado con inteligentes porciones de humor
y de ironía. Colores planos e intensos, encuadres ambiguos, anonimato de los
seres. En segundo lugar, está la influencia enorme del Mediterráneo, de
su luz, de su sensualidad, de su cegadora borrachera de sol y de color que nos
evocan la concisión verbal con que Camus se refería a las playas de Argelia. Algunas piezas son particularmente notables, como esa casi abstracta en la que prácticamente todo el espacio está ocupado por un cuadrado de pared pintada de rojo, limitado por abajo por una banda de un blanquísimo muro encalado y a la izquierda por el gradual azul del paisaje y del cielo; o el primerísimo plano de unas pitas seccionadas, fantástica armonía de amarillo, negro y verde; o la composición en zig-zag delimitada por el plano inclinado de una barca en primer término y la recta línea del horizonte, contraponiendo de camino el rojo y el azul con un efecto bellísimo; o, en fin, ese sutil diálogo entre una manzana mordisqueada y pintada y unas piezas de fruta auténticas sobre una barra de bar playero que, por su forzada perspectiva, podrían remitir perfectamente a la inmarcesible Cámara de los esposos de Mantegna.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 4 de octubre de 2003
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