|
Narración, concepto y símbolo Grabado. Guillermo Pérez Villalta. Museo del Grabado Español Contemporáneo. C/ Hospital Bazán, s/n. Marbella. Hasta el 26 de septiembre de 1999. En un enjundioso texto de 1985, Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948) dejó escrito que si tuviese que aventurarse a dar una definición de arte, sería esta: «La proyección plástica del pensamiento humano». Pero, inmediatamente después, superado un cierto pudor inicial, ofrece otra definición del mismo concepto, como si dijéramos, más íntima, menos normalizada: el arte «es lo que nos une con nuestros deseos». Si las evoco ahora, con motivo de esta espléndida antológica organizada por el Museo de Marbella en la que se exhiben, entre acuarelas, dibujos y grabados, 174 piezas realizadas durante el periodo 1972-1998, es porque entre ambas proposiciones hállase contenido, a modo de síntesis, prácticamente todo el discurso estético de quien sin duda es el más cualificado representante de lo que ha dado en llamarse figuración madrileña de los setenta, un discurso alimentado desde sus orígenes hasta hoy por la ineluctable tensión entre esos dos extremos que son el pensamiento y el deseo, la razón y el mito, la ley y lo sagrado. La presencia de esta dialéctica, más aún que en la producción pictórica, se hace particularmente evidente en esa obra sobre papel grabada y dibujada, pues ella, que se ha conquistado su propia autonomía sin dejar por ello de mostrar sus profundos vínculos con la pintura a la que normalmente precede y anuncia en sus rasgos más acabados, es el territorio natural donde se despliega desinhibida, unas veces la frescura y espontaneidad del trazo, otras el concepto a través de la línea y el dibujo, en numerosas ocasiones la problemática relación entre la línea, la forma y el color, o bien la zozobra, la ansiedad y la incertidumbre que acompaña el nacimiento de toda nueva forma, siempre en Pérez Villalta a partir de un detenido estudio y reflexión sobre el pasado de la historia del arte que tanto ama, pero revisando a los clásicos con una mirada contemporánea atravesada por doquier de guiños y complicidades con la vanguardia y la posvanguardia, especialmente Duchamp y el pop. Ejemplos singulares de ese conjunto de preocupaciones son La estética (1972), una serigrafía cuya geométrica representación simbólica es ya toda una programática declaración de principios a favor del lado más intelectual de la obra artística, y la serie de dibujos preparatorios y los 24 aguafuertes que ilustran una cuidadísima edición de La Odisea de Homero (1989), donde junto a ese carácter no académico, dubitativo y de deliberada torpeza en el dibujo que es uno de los rasgos creativos más sobresalientes del estilo de Pérez Villalta, se hace visible esa emotiva tensión espacial de la representación que proporcionan las diagonales, los escorzos y los cambios bruscos de perspectiva, estructura formal sobre la que descansa una vibrante y agitada narración visual de extraordinaria fidelidad al espíritu del texto homérico. Una dilatada y laboriosa obra, en fin, que se dirige tanto al goce de los sentidos como a la más ascética meditación sobre el hecho artístico. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 15 de septiembre de 1999
|