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Deconstrucción de la visión convencional Fotografía. Ann Pettersson. Fictional Reality. Galería Isabel Hurley. Málaga. Paseo de Reding, 39. Hasta el 31 de julio de 2010.
Centrada fundamentalmente en la temática del paisaje natural y metropolitano, la obra reciente de Ann Pettersson (Estocolmo, 1965) lleva a cabo a través del medio fotográfico una deconstrucción de la visión convencional cuyo propósito es elaborar una realidad inventada, imaginada, que articule una función simbólica de la condición humana contemporánea. A pesar de la apariencia romántica que pudiera desprenderse de ellas, las visiones de Ann Pettersson no profundizan tanto en la fractura entre el hombre y la naturaleza cuanto en la reflexión acerca de las nociones adquiridas sobre lo real y lo ilusorio. El alma romántica veía el mundo a través del ojo interior, del ojo del espíritu, y esa visión plenamente subjetiva pretende superar el dominio científico-técnico sobre el medio natural. El primer escritor de arte romántico en sentido estricto, Wackenroder, opinaba que el arte expresa cosas misteriosas que permanecerán siempre misteriosas y escondidas, que no podrán nunca expresarse con palabras y que pertenecen al dominio de lo irracional. En sentido opuesto, las visiones inventadas de Ann Pettersson pertenecen al dominio de la alteración de la imagen, a fin de construir un territorio icónico que refleje la inexactitud de nuestras certezas. Casi siempre procede Pettersson dividiendo idealmente la imagen en dos mitades no necesariamente simétricas, una inferior y otra superior, de tal modo que la realidad natural aparece no sólo invertida, sino disociada, pues cada una de las imágenes que se han fundido como si fuesen una sola pertenecen a realidades naturales distintas. Si la tierra con árboles está arriba y el cielo debajo, éste ofrece unos estratos de nubes rojizas en un crepúsculo casi nocturno, mientras que aquélla está nevada y fría. Otro de los ejemplos más conseguidos visualmente es aquel en el que un trozo de terreno casi lunar y desértico, desprovisto por completo de figuras humanas como suele ser habitual en Pettersson, se contrapone a un luminoso cielo celeste moteado de nubecillas algodonosas y semitransparentes. La única sombra humana, la única presencia no natural, es la huella de un vehículo sobre la tierra mojada y barrosa. Lo compacto y firme se contrasta con lo aéreo y transparente. De otro carácter son los paisajes metropolitanos, especialmente aquellos en los que la imagen se convierte en un palimpsesto, esto es, en un pliegue donde se superponen diversas visiones capturadas por la cámara que se entremezclan entre sí. Los más interesantes son los edificios en construcción, con los andamios y materiales transparentándose como visiones fantasmales o irreales, de nuevo desoladas, sin presencia humana alguna. Ann Pettersson establece también un fructífero diálogo interrumpido entre fotografía y pintura, disolviendo sus límites y estableciendo determinados paralelismos, muy evidentes en el caso de paisajes urbanos con neblinas y humos de fábricas, que inevitablemente nos remiten al nacimiento de la segunda revolución industrial en la época del Impresionismo. © Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 3 de julio de 2010
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