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Cerámicas de Picasso Cerámica. Pablo Picasso. Fundación Pablo Ruiz Picasso. Málaga. Plaza de la Merced, 15. Hasta el 9 de mayo de 2002. En
la actualidad suele admitirse que el primer contacto de Picasso con la cerámica,
de todo punto imprevisto y fugitivo, tuvo lugar en el verano de 1946, cuando
modela algunas figurillas de barro en el taller Madoura que el matrimonio
formado por Georges y Suzanne Ramié poseían en Vallauris. Esta pequeña
localidad del interior, a pocos kilómetros de Antibes, había conocido un breve
florecimiento de sus alfares con motivo de la guerra, cuando se restringió de
manera drástica la producción de objetos domésticos y de cocina hechos en
aluminio y en otros metales, y no hubo más remedio que hacerlos en barro, pero
ahora que la contienda había terminado y se empezó a recuperar la fabricación
de aquellos utensilios en metal, muchos de los talleres de cerámica cerraron
sus puertas, con el consiguiente marasmo y decadencia para el pueblo. Nadie podía
prever entonces que un segundo renacimiento, aún más esplendoroso que el
primero, se produciría por el súbito, intenso y prolongado interés de Picasso
en el trabajo del barro. En
efecto, de nuevo a principios del verano de 1947, que son los primeros tiempos
de su relación con Françoise Gilot, acude el pintor a pasar las vacaciones en
Golfe-Juan, decidiendo volver a Vallauris por curiosidad de saber qué había
sido de aquellas figuritas modeladas el año anterior. Esa misma jornada modela
ya otros nuevos objetos, convirtiéndose a partir de los días siguientes
aquella primeriza curiosidad en un creciente interés que acabará absorbiéndolo
como tantas otras ocupaciones creativas a lo largo de su dilatada y fecunda
vida. Prueba irrefutable de ello es que en el invierno de 1947-48, el artista ha
realizado nada menos que dos mil objetos de cerámica. Tiene sin duda razón
Pierre Daix al indicar que la producción cerámica de Picasso puede en cierta
medida entenderse como una síntesis de su trabajo independiente hasta entonces
en la escultura, esto es, con objetos de tres dimensiones, y en la pintura, es
decir, con el lenguaje del color, y de hecho hay una
parte de su obra en barro más plana y bidimensional (platos, fuentes), y
otra más relacionada con la escultura (jarras, vasijas), aunque tanto el color
como la forma terminan fundiéndose en todos los casos, por no hablar del
recurso barroco, también usado por Picasso, de la obra dentro de la obra (una
vasija dentro de otra vasija). Las
26 piezas que componen la actual exposición proceden de la colección Serra de
Palma de Mallorca, integrada por un centenar y comenzada a formar en la segunda
mitad de los ochenta. La cronología de los objetos exhibidos recorre prácticamente
todo el arco temporal de dedicación de Picasso a la cerámica, desde 1947 hasta
1969, comprendiendo, asimismo, los principales temas iconográficos que pueden
identificarse en ella: asuntos mitológicos, motivos animales, tauromaquia,
rostros femeninos, faunos, temas pastorales y bucólicos. Las técnicas también
varían de unas piezas a otras, combinándose el barro, la terracota, la
decoración en engobes y parafina, el esmalte y los distintos tipos de pátina.
Pero si hubiera que señalar el lazo común entre todas ellas, no puede ser otro
que el carácter proteico de la obra picassiana, tanto si el motivo representado
es increíblemente esquemático, como si lo complica con formas exuberantes y
barrocas. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 8 de abril de 2002
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