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Picasso y la difusión de la obra de arte Grabado y cerámica. Pablo Picasso. Fundación Picasso y Sala de exposiciones de la Fundación Picasso. Málaga. Plaza de la Merced, 13 y 15. Hasta julio de 2005. La muestra con la que la Fundación Picasso ha querido inaugurar su espléndida nueva sala de exposiciones –situada en la misma Plaza de la Merced en un edificio rehabilitado de manera modélica– es un nutrido conjunto de 121 litografías, un aguafuerte, ocho cerámicas y ocho libros ilustrados que, bajo el título de Picasso: imágenes seriadas, permite ver por primera vez en Málaga en condiciones óptimas algo más de la mitad de las 223 litografías que componen la colección Jan Lohn adquirida recientemente por el Ayuntamiento, permite asimismo enfrentarnos en profundidad con soberbios ejemplares picassianos de esta técnica de impresión en plano inventada por el praguense Alois Senefelder en 1798, una técnica de reproducción en la que el inventor del cubismo va a alcanzar cotas difícilmente superables, gracias a esa pericia suya aparentemente milagrosa de deslizar el lápiz graso sobre la plancha de zinc o de piedra calcárea, y posibilita, en último lugar, valorar en sus justos términos ese deseo picassiano, acrecentado después de la Segunda Guerra Mundial, de difundir de manera amplia su propio trabajo, a fin de que llegase a un numeroso público en cualquier parte del mundo. La dedicación intensiva de Picasso a la litografía a partir de 1945, además, tiene mucho que ver con el descubrimiento, a través de Braque, del taller de Fernand Mourlot, probablemente el mejor maestro impresor de litografía del pasado siglo, quien, a su vez, contaba con la colaboración de excelentes técnicos. Aunque el medio preferido por Picasso era la matriz de piedra, hubo numerosas ocasiones en que usó la plancha de zinc, que tenía la ventaja de su mayor ligereza y comodidad para llevársela a su estudio, pero que también presentaba el inconveniente de que sólo se podía usar una vez. Estructurada de manera temática, la exposición comienza cronológicamente con la serie Dos mujeres desnudas, de 1945-46, que no son otras que François Gilot y Dora Maar, la primera sentada con las piernas dobladas y la mano sobre la barbilla en actitud pensativa y la segunda tendida en el lecho como una Venus de Giorgone o de Tiziano, una serie que progresivamente va precipitándose en formas cada vez más esquemáticas y lineales, convirtiendo el fondo oscuro que hay detrás de la Gilot en un biombo en las estampaciones finales. La serie Mujer en un sillón, de 1948-49, está dedicada a François Gilot, la nueva compañera de Picasso desde 1943, a la que suele representar de frente y que aquí está ataviada con el abrigo polaco que el pintor le trajo de Wroclaw, adonde había asistido al Congreso de Intelectuales por la Paz. En la aguada sobre zinc nº 1 (después del rojo), vemos cuán hermosa era, con sus grandes ojos y su rostro ovalado, con la suave ondulación de sus cabellos, en correspondencia formal con las abultadas mangas del abrigo. Extraordinarias las variaciones sobre el tema bíblico de David y Betsabé según el cuadro de Lucas Cranach, la serie de El caballero y el paje, de 1951, inspirada en una serie televisiva sobre la novela Ivanhoe de Walter Scott, y las imágenes de Jacqueline Roque, su última compañera, su segunda esposa, a la que gustaba representar de perfil, enigmática como una esfinge. En el 3er estado de la Mujer con camisa de flores, el poderoso y preciso perfil del rostro contrasta con el carácter ausente de la figura, su ensimismamiento, como si habitase en un mundo secreto e inaccesible. Las ocho cerámicas expuestas han sido la excusa perfecta para que Salvador Haro González escriba un documentado y brillante texto en el catálogo sobre esta importante actividad de Picasso a partir de 1947, después de conocer en Vallauris al matrimonio formado por Georges y Suzanne Ramié, dueños del taller Madoura. Las particularidades técnicas de la cerámica obligan a Picasso a modificar su forma de trabajo y su proceso creativo, aprendiendo sobre las características del material y los modos de cocción, aunque también es verdad que su aprendizaje fue en gran parte llevado a cabo sobre la marcha, instruyéndose en nuevos procedimientos a medida que los problemas y las dificultades iban surgiendo. Su afán de difundir su obra le lleva a la cerámica gráfica, uno de sus grandes hallazgos, haciendo algo tan insólito en el mundo de la alfarería como realizar ediciones numeradas de las piezas de cerámica reproducidas en series a partir de piezas originales, ediciones de un rigor y calidad técnica extraordinarios, que llegaron a asombrar al propio Picasso hasta el punto de confundir en ocasiones el original de la reproducción. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 13 de mayo de 2005
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