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Picasso y el tema femenino Grabado. Pablo Picasso. Sala de exposiciones de la Fundación Picasso. Málaga. Plaza de la Merced, 13. Hasta el 31 de marzo de 2006. Además de la selección de obras de tema femenino de los propios fondos picassianos de la Fundación Casa Natal, correspondientes a un reducido periodo que abarca de 1946 a 1955, esta encantadora muestra ofrece también un conjunto de grabados cedidos por la Fundación Málaga que están entre los primeros que hizo Picasso. Estas estampas iniciales de su producción gráfica, hechas con la técnica del aguafuerte y de la punta seca, están fechadas en 1904 y 1905, una época en la que Picasso, recién establecido en el barrio parisino de Montmartre, en el destartalado edificio conocido como el Bateau-Lavoir, atravesaba serias dificultades económicas. El estudio de Picasso se encontraba al término de un largo pasillo, en la planta baja, entrando por la calle Ravignan, una estancia de altos techos sin apenas muebles donde se reunía con sus amigos españoles, entre ellos Pichot, Canals, Paco Durrio y Manolo Hugué. Este fue el tiempo en que conoció a su primera compañera estable, Fernande Olivier, joven y bella francesa un tanto corpulenta y de expresión adormilada, que solía contemplar a Picasso mientras éste reía con Manolo o charlaba en la calle con sus amigos. El primer grabado de Picasso, mostrado aquí, es el que con el tiempo se conoció como Le Repas frugal, de septiembre de 1904, un aguafuerte para el que usó una plancha de zinc, ya que no tenía dinero para una de cobre. En él vemos a un hombre y a una mujer flacos, sentados junto a una mesa cubierta con papel de periódico en la que hay una botella de vino, un plato y un vaso vacíos y un trozo de pan. La pareja mira en direcciones opuestas, destacando el sombrero hongo del hombre y las largas y huesudas manos de ambos, con las que se entrelazan en su desdicha. Parecen haber llegado al límite de sus fuerzas y reflejan como pocas obras de esta época el ambiente de precariedad en el que vivió Picasso. Obra plena de humanidad y de sentimiento, donde es muy visible la influencia de El Greco. Entre las restantes estampas de esta serie inicial deben mencionarse Cabeza de mujer de perfil, Los pobres, La toilette de la madre y El baño, maravillosos ejemplos de la capacidad de Picasso desde su juventud para crear una iconografía personal, pero especialmente Salomé y El saltimbanqui en reposo, la primera una obra llena de agitación y movimiento gracias a la figura de Salomé desnuda bailando ante Herodes junto a la cabeza cortada del Bautista, y la segunda un fragmento sereno y excepcionalmente equilibrado, una muestra indiscutible de ese sentido clásico del arte que siempre le acompañó. De las series posteriores, el espectador queda atrapado por las infinitas variaciones que Picasso puede imprimir a un mismo motivo, como en la serie de litografías de la Cabeza de muchacha, de 1946. O los extraordinarios dibujos de David y Betsabé, de 1947, con el rey de Israel observando furtivamente desde una azotea a la mujer del más leal de sus generales, al que finalmente, para poseerla a ella, condujo a la muerte. Sobrecogedoras las manchas negras, las formas emergiendo de las sombras, como una creación milagrosa. Lo mismo puede decirse de la espléndida Joven inspirada en Cranach, de 1949, tan misteriosa y enigmática. Las litografías de las Mujeres de Argel, de 1955 e inspiradas en Delacroix, constituyen un insuperable homenaje a uno de los mejores coloristas del romanticismo. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 17 de marzo de 2006
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