Significación de la cerámica en el arte de Picasso

 

Escultura, cerámica, dibujo y grabado. Picasso. Objeto e imagen.

Museo Picasso Málaga. C/ San Agustín, 8. Hasta el 27 de enero de 2008.

 

El propósito de esta documentada exposición es indagar acerca de la posición que la cerámica ocupa en la producción total de Picasso, tratando al par de demostrar que, lejos de lo que se ha creído y aceptado habitualmente, la cerámica no ha sido considerada por Picasso un entretenimiento, ni un arte menor, de naturaleza artesana, sino que, especialmente desde 1947, se imbrica de manera inextricable con sus otras actividades plásticas, influenciándolas, y, a su vez, quedando ella también determinada por las demás. El interés de Picasso por la cerámica es anterior a esa fecha, pero desde entonces, gracias al acuerdo al que llegó con el taller Madoura de Vallauris, se entregó de lleno a ella, sobre todo entre el verano de 1947 y el otoño de 1948, periodo en el que casi exclusivamente realizó objetos de cerámica. Después de esa fase inicial, la relación de Picasso con la cerámica se normalizó, simultaneándola con sus otras actividades, pero sin abandonarla ya nunca.

En el fondo, la relación de Picasso con la cerámica plantea al estudioso y al aficionado problemas similares a los que se le presentaban con la pintura y la escultura: esencialmente, la tensión entre objeto e imagen, entre realidad y representación. Todo el arte de Picasso es una permanente y proteica exploración de las posibilidades de representación de la realidad, pero sabiendo que esa representación acaba constituyéndose en una realidad independiente, autónoma, «artística».

Aquí podemos vislumbrar la interconexión entre la cerámica y la escultura, por ejemplo cuando aprovecha el modelado de una vasija o un recipiente de cerámica, y lo metamorfosea, añadiéndole unos brazos, insinuándole unos senos, así como la unión de las extremidades inferiores, que es lo que hace en esa maravillosa Forma femenina de 1948, una pieza de difícil clasificación, pues participa tanto del arte de la escultura como de la cerámica. Lo mismo podría decirse de la pieza titulada Mujer, de 1947. En algunas esculturas, en cambio, como en la totémica Mujer encinta de 1950, un bronce de poderosa fuerza primitiva, el abultamiento redondo de las vasijas de cerámica parece integrarse en los pechos y en el vientre terso de la mujer.

Aunque no es nuevo su conocimiento en las salas del Museo, la muestra exhibe dos pequeñas piezas que son logrados exponentes de la marcada inclinación a la manipulación y a la construcción de objetos a partir de objets trouvé que siempre tuvo Picasso, y que están en el origen de la escultura cubista y del objeto surrealista; una es La copa de ajenjo, de 1914, y la otra pieza, Figure, de 1935, es un personaje hecho a partir de un mecanismo para liar tabaco. Por último, aunque tampoco es la primera vez que se exhibe en Málaga, no puede uno por menos de detenerse en la Cabeza de toro de la primavera de 1942, ejemplo supremo de la capacidad de transformación que Picasso operaba sobre los objetos cotidianos, alterándolos y permutando su significación, pero, lo cual es todavía más asombroso, con una absoluta economía de medios, con una austeridad formal portentosa.

© Enrique Castaños Alés