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Los espacios naturales de Carmen Pinteño Pintura. Carmen Pinteño. Cabo de Gata, otra mirada. Sala Italcable. Málaga. C/ Calvo, s/n. Hasta el 15 de octubre de 2006.
Toda
la serie de óleos sobre lienzo de formato cuadrado que Carmen Pinteño (Huércal-Overa,
Almería, 1937) ha dedicado recientemente al espacio natural protegido del
Parque Natural de Cabo
de Gata-Níjar, en su provincia natal, constituye un luminoso canto cromático a
uno de los paisajes más bellos de la costa mediterránea, escenario de una luz
cegadora que se derrocha a raudales entre las montañas del interior y la costa,
pero que también está llena de matices diversos y sutilísimos. Carmen Pinteño
es una enamorada del género del paisaje, al que aborda con inteligencia y con
sentimiento. Con inteligencia y buen hacer pictórico, porque conoce
perfectamente las reglas de la composición, porque estructura y equilibra
admirablemente las masas, porque sabe combinar diferentes modos de aplicar el
color y la pincelada, con gruesas capas de materia unas veces, con restregones y
empleo de la espátula otras, porque, en fin, dota de una armónica y uniforme
sinfonía cromática el asunto que pinta. Con sentimiento, porque su obra
produce una emoción placentera en el espectador, que percibe la proximidad de
la belleza estética. Carmen
Pinteño es una artista que no oculta su pasión por la pintura, por la larga
tradición de una actividad que parece consustancial al hombre. Sus referentes
son múltiples, nunca se acerca a ellos con actitud de imitación, sino que
desarrolla ante el lienzo una poética personal en la que sabe, al mismo tiempo,
fundir con elegante distancia lecciones ajenas. Piénsese, por ejemplo, en el
Benjamín Palencia de después de la guerra, o en Agustín Redondela y Cirilo
Martínez Novillo, o en otros pintores de la llamada Escuela de Madrid. La
fuerza de los paisajes de esta excelente pintora almeriense radica, además de
en su solidez estructural, en la gradación cromática, tanto cuando predominan
colores exaltados y cálidos, como cuando predominan los tonos fríos, los
grises y los colores terrosos. En uno de los más hermosos, con las violáceas
montañas al fondo, pitas y palmeras salpican terrenos bañados por luces
mezcladas, hasta que los tonos se hacen amarillentos en el primer plano. Una
delectación para nuestra mirada. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 6 de octubre de 2006
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