Proceso de individuación

Pintura. Plácido Romero.

Centro Cultural Provincial. Málaga. C/ Ollerías, s/n. Hasta el 16 de junio de 2006.

Desde hace algunos años la obra de Plácido Romero (Málaga, 1961), un pintor que durante los ochenta y primera mitad de los noventa Plácido Romero. "Sombra negra fragmentada", 2000. Acrílico sobre táblex. 26 x 26 cm.fue un epígono tardío de la neofiguración madrileña de los setenta, se ha orientado hacia lo diminuto y microscópico, lo celular y lo orgánico, lo neuronal y científico, como si, en vez de atender, según hacía antes, a la realidad exterior, en numerosas ocasiones incluso con una preocupación social y política, se recrease ahora en los componentes internos del organismo humano, al que parece explorar e investigar con la actitud y el desvelo de un fisiólogo. Realizada con acrílico sobre diversos soportes, táblex y papel principalmente, se trata casi siempre de piezas de pequeño formato, ejecutadas a veces con una minuciosidad y detallismo que recuerdan las ilustraciones de un libro de biología. Ese esmero y pulcritud es especialmente manifiesto en Diario de manchas, una serie de formas realizadas en el año 2000 que semejan representar un supuesto viaje de una infinitesimal criatura por el interior del cuerpo humano, atravesando venas y conductos de toda índole que le resultan ser de tamaño gigantesco, cuando en realidad es microscópico. Hay en esas páginas una propensión por lo ignoto y lo desconocido que también está presente en la serie Polaridad, de la misma época.

En un plano estrictamente psicológico y personal, muchas de las obras de Plácido Romero de los últimos seis años traducen ciertos miedos relacionados con la enfermedad. Entre las obras que tratan esta vertiente destacan Soma, Proceso invasivo y Desarrollo de melanoma, donde observamos la cabeza del paciente como si fuese translúcida, sometida a un extraño proceso orgánico interior con apariencia tumoral. El precedente de todo esto es Gran enfermo, un cuadro en el que, según la descripción del propio artista, «una ventana se abre a un amable campo cartesiano». En el fondo de todo ello late un hondo interés por el inconsciente de Freud, por conocer aquello que nos pertenece y permanece oculto durante mucho tiempo, hasta que en un momento determinado sale a la luz y nos libera. A Plácido Romero le preocupa la construcción de su propio yo, el desarrollo de la autoconciencia, ese «proceso de individuación» del que también hablaba Jung y que, como dice él mismo, «no es otra cosa que tomar conciencia de las cualidades de la sombra individual», una sombra que quiere ser arquetípica, fruto de su madurez intelectual y espiritual: el autoconocimiento, el equilibrio entre el yo y el mundo, la fluidez comunicativa con el entorno.

 

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 9 de junio de 2006