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La voluntad hacia la expresiónArquitectura. Hans Poelzig. Arquitecto. Maestro. Artista. Complejo Económico y Social. Campus de Teatinos. Málaga. C/ Fco. Trujillo, s/nº. Hasta el 7 de julio de 2010. Con esos mismos términos definía en 1917 Hans Poelzig (1869-1936) su trabajo, que terminaría convirtiéndose en uno de los legados más potentes y originales de la época de la República de Weimar en Alemania, arquetípico, junto con el de su compatriota Erich Mendelsohn, del lenguaje expresionista en la arquitectura europea. La Universidad de Málaga, gracias en no pequeña medida a los buenos oficios del arquitecto Luis Machuca Santa-Cruz, rinde ahora homenaje a Poelzig en una completísima muestra con alrededor de cien estupendas reproducciones de sus proyectos, tanto dibujos como fotografías de los edificios que proyectó, así como catorce maquetas a escala de algunas de sus obras más representativas, una muestra que constituye un paso importante en la labor de difusión de la alta cultura que debe hacer una institución universitaria, y que además se sitúa en un espacio magnífico, cual es el patio de la nueva Facultad de Ciencias Empresariales y del Trabajo, obra del mencionado arquitecto malagueño, cuyo remoto origen inspirador en cuanto al diseño podría estar en los interiores del Edificio Larkin de Chicago, de Lloyd Wright, y de la Casa de la Radio del propio Poelzig. Criado en Brandemburgo con unos padres adoptivos, la fanfarronería de Poelzig en lo que se refiere a la exhibición de sus dotes creativas, puede deberse a ese déficit de su infancia. Alumno de Carl Schaefer en la Escuela Superior Técnica de Charlottenburg, sus ojos recibirían un impacto indeleble de los monumentos barrocos de la región danubiana, del clasicismo prusiano y del románico de las grandes catedrales imperiales y otras iglesias y abadías benedictinas, como Santa María Laach. Había en él algo de garante de las tradiciones alemanas, del mismo modo que en algunas de sus obras buscaba esa «serena monumentalidad de un estilo macizo» (Karl Fritsch) que también hallamos en algunas fábricas de Peter Behrens. La relación de Poelzig con el pasado es siempre permanente y enriquecedora, lo que no significa que adoptase los estilos antiguos, pues supo reinterpretarlos a la luz de las nuevas necesidades. Su carrera se inició en Breslau (Wroclaw), en cuya Escuela de Artes y Oficios desarrolló innovadores talleres de experimentación y enseñanza. Las obras que proyectó durante el primer decenio del siglo, como señala uno de los comisarios de la exposición en Alemania, Wolfgang Pehnt, «sugieren el peso que descansa sobre el suelo y la protección que prometían a sus residentes», como puede comprobarse en la ampliación del Ayuntamiento de Löwenberg. Tanto la planta química de Luban, de 1911-12, con su articulada obra de ladrillo rivalizando con la fábrica AEG de Behrens, como la compacta Torre de agua de Posen, de 1910-11, en la que Barbara Miller-Lane ha visto una lejana inspiración del mausoleo de Teodorico en Rávena, son obras contundentes que, sin embargo, no permiten adivinar su estilo característico. Éste se concreta inmediatamente después de la Gran Guerra, aunque no pueden olvidarse hitos anteriores como un edificio comercial en Breslau, con fachada curva que influiría en Mendelsohn, y la Casa de la Amistad en Estambul (1916) con unos escalonados jardines colgantes, al modo mesopotámico, que rompían con la silueta de la ciudad otomana. Su obra más emblemática terminó siendo el Gran Teatro de Max Reinhardt en Berlín (1919), prodigiosa construcción en la que afloran las metáforas de la gruta, de la caverna, del hogar y del útero materno, rememoraciones jungianas relacionadas con el inconsciente colectivo que se materializan en ese fascinante interior de la cúpula de estalactitas, a modo de mocárabes, que dispersaban el sonido y servían para un tiempo de reverberación corto. El proyecto para el Palacio de Festivales de Salzburgo, tan wagneriano, y el decorado con 54 casas de madera, paja, yeso y alambre para la película El Golem, de Paul Wegener (1920), de nuevo con alusiones al refugio maternal, al interior del conducto auditivo y al mundo orgánico, le consagran como un espíritu plenamente expresionista. Su lección continúa siendo digna de la máxima atención en las nuevas generaciones. © Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 5 de junio de 2010
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