Dinamismo cromático

Los cuadros de Enrique Queipo muestran su adhesión a la representación abstracta del movimiento

Pintura. Enrique Queipo.

Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 11 de abril de 2000.

 

Perteneciente a la que en otro lugar llamé «generación del periodo de consolidación de las libertades», Enrique Queipo (Málaga, 1962), cuya irrupción en la escena artística se produjo de la mano de la colectiva organizada en febrero de 1985 por el Colegio de Arquitectos de Málaga bajo el título de Nueve no vistos, se ha distinguido por hacer una pintura de ejecución limpia y ordenada, predominantemente ecléctica y proclive al cambio estilístico. Esta última característica, sin embargo, no le ha impedido mantener una particular adhesión a aquellos efímeros aunque innovadores movimientos de la vanguardia histórica que con mayor entusiasmo defendieron, de un lado, la investigación acerca del poder del color para sugerir movimiento dinámico cuando está liberado de función representativa u objetual, y, de otro, la estética de la máquina y el vértigo de la velocidad.

En este sentido, su actual exposición La rueda de color ofrece, entre otras, referencias innegables a la conocida obra del pintor checo Frantisek Kupka denominada Discos de Newton, en la que utilizó una tabla de colores publicada por los teóricos del color Hershel y Young en el texto de Ogden Rood Cromáticos modernos, a las experiencias órficas de Robert y Sonia Delaunay, primordialmente cimentadas en el estudio del tratado de Chevreul Sobre la ley del contraste simultáneo de colores  y con las que llevaron a cabo un profundo análisis de las posibilidades expresivas del color puro basándose en el lenguaje del cubismo y del futurismo, a algunos ejemplos del rayonismo ruso y, por último, a determinadas obras de los futuristas italianos, en concreto piezas tan emblemáticas como Velocidad abstracta + sonido de Balla y algunas de Severini.

Los cuadros de Queipo, todos ellos de pequeño y mediano formato y pintados con acrílico sobre madera, suelen partir de pequeños apuntes a lápiz y esquemas previos muy simples que el autor va desarrollando de modo gradual, esto es, yuxtaponiendo, combinando, agregando o modificando las manchas de color hasta dar por concluida la obra, lo cual depende sólo muchas veces de leves toques de pigmento y de algunas pinceladas aisladas que armonizan el conjunto. Hay piezas en las que son perceptibles veladuras (la razón del empleo del acrílico, cuyas calidades en esta técnica no son comparables a las del óleo, está naturalmente condicionada por la brevedad del tiempo de secado), otras donde se usa el aerógrafo y muy pocas donde se recurre al collage, deliberadamente confundido entre las manchas de color y cuyo contenido por lo general erótico tiene una clara intención irónica o humorística. En cuanto a los tonos, se distribuyen de modo que se obtenga sensación dinámica y de movimiento, dominando los azules, rojos y verdes y siendo el amarillo el único color que está presente en todas las composiciones. Pero lo que realmente confiere a éstas unidad estructural son las líneas rectas o circulares que traban las facetas de color, unas veces destacadas con grueso trazo y otras con pinceladas de color entre unas facetas y otras, prueba manifiesta del rigor analítico y del sostén geométrico que caracteriza el trabajo de Enrique Queipo.

©Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 25 de marzo de 2000