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Una teoría acumulativa de la pintura Pintura y vídeo. Oskar Ranz. Galería Javier Marín. Málaga. C/ Duquesa de Parcent, 12. Hasta el 12 de marzo de 2005. Las últimas creaciones de Oskar Ranz (Pamplona, 1974) son en cierto modo una síntesis entre algunos rasgos característicos del expresionismo abstracto y otros del arte procesual, aunque ofrecen sin embargo unas peculiaridades propias que no sólo las diferencia claramente de aquellos lenguajes sino de todo el panorama pictórico español actual. El aspecto clave es aquí la técnica empleada y el proceso de trabajo en su conjunto hasta lograr la obra definitiva. En este sentido, Ranz construye sus cuadros en dos tiempos o fases distintas, pero íntimamente vinculadas física y estéticamente, ya que los productos de ambas acabarán interpenetrándose y confundiéndose. El cuadro que vemos en la galería, pues, parte de un proceso previo, consistente en actuar sobre una lona fijada a la pared, del mismo tamaño y forma que el cuadro definitivo y preparada adecuadamente con materiales químicos para que no se filtre la pintura, de tal modo que sobre su superficie se aplican los colores acrílicos, pero cuidando de que la forma resultante tenga un cierto aspecto de retícula o de entrecruzamiento de líneas geométricas, cosa que se obtiene colocando y arrancando tiras de cinta adhesiva. El resultado así logrado se arranca literalmente y se pega sobre el lienzo del cuadro definitivo, que, además de presentar una imagen como de trama abstracta compuesta de varios colores entrelazados, adquiere una textura como de loneta de camión de transporte, de hule, con capas superpuestas de materia pictórica. Esta obra, muy física, en la que se reivindica la autonomía del acto creativo y del producto artístico en sí mismo, pero en la que al mismo tiempo se rescatan importantes nociones procesuales y procedimentales, así como las accidentalidades que azarosamente ocurren, se complementa con otras piezas realizadas sobre papel superalfa, asimismo representando retículas, lo que de nuevo nos vuelve a indicar que, junto al componente de imprevisibilidad, está presente una cierta sistematización. La actuación de nuevo de la cinta adhesiva, el uso de pigmentos negros y el empleo de la técnica del frottage, consistente en frotar con un lápiz o carboncillo el papel previamente colocado sobre la superficie de un objeto, se conjugan de tal manera que, junto a la sensación aterciopelada de la superficie, observamos el resultado de los propios códigos internos de la obra en forma de laberinto que llena el espacio en su totalidad, aunque tampoco puede despreciarse un cierto aire zen, en contraposición a la ebullición de los acrílicos, orientado en cambio hacia la meditación.
La prueba más evidente de la importancia concedida por Ranz al proceso de trabajo, que termina diferenciándose nítidamente del resultado final, es el vídeo que acompaña la muestra, esencial para comprender las intenciones del autor. Estamos ante una performance que es también una metáfora irónica de la acción de pintar emprendida cotidianamente por Ranz en su estudio. Los pigmentos y los materiales propios de la pintura han sido sustituidos aquí por una bebida comercial que da título al DVD, Bitter, pero lo más interesante de todo quizá sea que el conjunto de acciones vertiginosas y compulsivas, frenéticas y aceleradas, que constituyen la performance, son en realidad una síntesis a su vez de todos los recursos y técnicas empleadas antes por el artista, reflejados aquí por la expulsión del líquido por la boca contra la pared del espacio donde transcurre la acción, por el derrame masivo de muchas botellas sobre el piso de la galería y por la acción de arrancar la trama de papel que cubría los muros, explícitas y en el fondo no tan metafóricas alusiones al modo de trabajar de Oskar Ranz. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 4 de febrero de 2005
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