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El encuentro con la naturaleza Pintura. Miles Richmond. Fundación Unicaja. Sala Italcable. Málaga. C/ Calvo, s/n. Hasta el 24 de febrero de 2008.
Poder ver en Málaga la obra de Miles Richmond es un acontecimiento importante y una más que encomiable labor de apoyo a la cultura artística. Las razones son primordialmente dos: la calidad técnica de la obra, su extraordinaria factura, y la tradición de la que procede el pintor, que nos permite entroncar con el nacimiento de la pintura contemporánea. Nacido en 1922 en Isleworth, un suburbio del histórico condado de Middelsex, en la región de Londres, Richmond se integró en 1946 en el Borough Group, liderado por David Bomberg, quien le convenció varios años después, en 1954, a que se trasladase desde Torrox, donde por entonces estaba, a Ronda, ciudad en la que había estado el propio Bomberg una larga temporada antes de la guerra civil española y que había dejado una huella muy profunda en su espíritu. Tres años estuvo Richmond en Ronda junto a su maestro, hasta la muerte de éste en 1957. Hasta hoy, Richmond ha vuelto regularmente a la hermosa ciudad serrana, que tanto ha cautivado a los poetas y a los pintores. La lección que aprende Richmond de Bomberg es la lección de Cézanne, a saber, el encuentro con la naturaleza. El pintor no debe situarse ni por encima ni por debajo de la naturaleza, sino estar en comunión con ella. No obstante, hay una diferencia esencial con el maestro de Aix, y es que mientras éste piensa que la imagen del mundo no debe ser buscada sólo en la realidad externa, sino en la conciencia, y que de lo que se trata es de encontrar la historia en la naturaleza (de ahí su clasicismo), Richmond se coloca ante la naturaleza dejándose penetrar por ella, como si se tratase de un rico hontanar espiritual. La estructura analítica de la obra de Cézanne, como cuando pinta una y otra vez la montaña Saint-Victoire, la encontramos en la arquitectura de las masas rocosas y de los paisajes de la serranía de Ronda en la pintura de Richmond, si bien él hace mucho más luminosos los colores terrosos de su admirado Bomberg. Poseído de una intensa religiosidad y de un profundo sentido de lo sagrado, el propio Richmond ha desarrollado una bellísima teoría acerca del poder de la luz, de cómo ésta ilumina los cuerpos, de cómo los ángeles hacen de intermediarios en este proceso. El resultado es una pintura muy hermosa, una pintura que produce auténtica emoción, algo cada vez más raro en nuestra época. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 20 de febrero de 2008
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