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Ambigüedad y versatilidad Pintura. Gerhard Richter. Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 18 de abril de 2004. Nadie probablemente ha
comentado de manera más aguda la producción pictórica de Gerhard Richter (Dresde,
1932) que él mismo al decir o escribir que «la foto es la imagen más perfecta»,
entendiendo aquí por imagen la pintura, o que su intención no era utilizar la
fotografía «como medio para una pintura, sino que deseaba emplear la pintura
como medio para la fotografía», o aquello tan solemne de que «no tengo
programa, ni estilo, ni objetivos». En el fondo, Richter, al que le ha gustado
alimentar la leyenda de pintor sin estilo, rasgo que corresponde de manera
principal a Picasso entre los artistas contemporáneos, al que le ha agradado
difundir la imagen de pintor versátil, que no está sometido a reglas ni
imposiciones, y que, por tanto, trabaja con entera libertad haciendo en un mismo
momento cuadros de lenguaje completamente distinto, en el fondo, decíamos, es
no sólo uno de los más destacados representantes de la pintura pura en la
segunda mitad del siglo pasado, sino que tiene especial interés en dejar
constancia de que lo que hace es pintura, esto es, algo que ni puede ni debe ser
comparado con la fotografía ni mucho menos con la realidad. Como él mismo ha
comentado, en sus cuadros figurativos de mediados los sesenta, borrosos y
difuminados, lo que en ellos se considera borroso es inexactitud, marcando así
una diferencia con el objeto representado. Pero, y aquí está una de las claves
de su obra, «puesto que los cuadros no se hacen para compararlos con la
realidad, no pueden ser borrosos o inexactos... ¿Cómo podrían ser borrosos
los colores en el lienzo?», termina preguntándose y respondiendo parcialmente
al insoluble problema que ha sido toda la historia de la pintura. Estas y otras cuestiones pueden ahora meditarse con motivo de la espléndida muestra del CAC Málaga, treinta obras procedentes de la colección privada de un notario de Berlín. Magnífico un óleo, Seestück (bewölkt) [Marina (nublado)], donde sólo se ve el mar y el cielo, revelador de la abstracción que es también todo trozo de buena pintura, porque, ¿qué es lo que vemos cuando nos acercamos? Sólo manchas y formas indeterminadas que no nos proporcionan noticia alguna de la naturaleza. En él late, claro está, el espíritu panteísta del romanticismo alemán que siempre nos ha conmovido en los cuadros de Caspar David Friedrich. Al mismo tiempo que pinta cuadros figurativos hace otros como Sechs Farben [Seis colores], que no pretende ser otra cosa que lo que su mismo título indica, siendo además el único de la muestra realizado con pintura sintética. El enorme lienzo en el que amplía una paleta de colores, Ausschnitt [Detalle] (1971), dando la sensación de que se trata de un fenómeno atmosférico o geológico, está sin duda relacionado con las obras de los sesenta, aunque las abstracciones líricas o poéticas posteriores demuestran su apartamiento del expresionismo, un lenguaje que siempre ha rehuido. También hay que prestar atención, por último, a su diálogo con las «vanitas» barrocas, tan cargadas de alusiones simbólicas acerca de la transitoriedad de la vida y el carácter ineluctable de la muerte. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 26 de enero de 2004
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