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La poética figuración de Alfredo Roldán Pintura. Alfredo Roldán. Galería Cartel. Málaga. C/ Cortina del Muelle, 5. Hasta el 14 de enero de 2007. La pintura de Alfredo Roldán (Madrid, 1965) semeja ser una delicada mixtura entre la figuración renovadora de Ismael González de la Serna, la joie de vivre de Matisse y del Braque anterior al cubismo y la función constructiva de la línea que advertimos en los desnudos de Modigliani. Dotado de una sensibilidad exquisita para el color, que aplica en capas delgadísimas y aterciopeladas a veces, suave y amorosamente las más, Alfredo Roldán hace un uso casi de fantasía oriental de los violetas, azules violáceos y azules, una gama de tonos fríos que sabe conjugar sin esfuerzo con los rojos, naranjas y amarillos. El resultado es una sinfonía cromática de variados matices y contenidos ritmos que convierten el modelo en un puro objeto de contemplación estética y de goce para los sentidos. Composiciones perfectamente dibujadas y estructuradas, sustentadas en una perspectiva calculada, donde los objetos son dispuestos con exactitud y prestancia en el espacio, también parecen estar transidas de una atmósfera poética y ensimismada, como si el tiempo se hubiese detenido y sólo fuese relevante la visión de la desnuda materia plástica. Deliciosas naturalezas muertas encendidas de color animan habitaciones humildes y sencillas, donde tan sólo vemos una silla azul junto a un balcón abierto, presencia física que invita a la ensoñación y al olvido. Todavía más encantador es el óleo titulado Natalia, la misma estancia con el balcón abierto, un bellísimo bodegón desparramado por un suelo de pequeños baldosines blanquinegros y la joven muchacha sentada informalmente en el suelo con las piernas entrecruzadas, con la cabeza apoyada en una mano, quintaesencia de la ensoñación interior, de los vuelos inocentes de la imaginación. Las piezas de fruta parecen ahora hechas al modo de Cézanne, esto es, construyendo los volúmenes y la forma mediante el color. Es en los desnudos y en los bustos femeninos donde apreciamos una mayor influencia de Modigliani o incluso del Picasso de la época rosa, visible en unos rostros ovalados de ojos almendrados y nariz y cejas esquemáticas, dibujándose unos contornos que encierran unas carnaciones rosáceas y como de cera, aunque siempre aposentadas en una arquitectura interna que manifiesta el dominio de la forma. Al igual que en algunas obras de Bonnard, lo primero que se capta es el tono de conjunto, determinado, como dice Argan, por un contexto de acordes o de disonancias, de notas cálidas o frías. Los arabescos del fondo son el necesario contraste decorativo en Mujer en turquesas, un gran desnudo femenino en el que la sobriedad cromática del cuerpo se acentúa con las armonías en azul y turquesa que lo envuelven. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 22 de diciembre de 2006
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