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Intimidad y recogimiento en la pintura de López Romeral Pintura. José Luis López Romeral. Galería Nova. Málaga. Paseo de Sancha, 6. Hasta el 27 de abril de 2005. La pintura de José Luis López Romeral (San Martín de Montalbán, Toledo, 1952) hunde sus raíces en una no disimulada admiración por el realismo y el naturalismo practicados en España durante el siglo XIX, y, aún de manera más plenaria, por la obra de algunos autores que desarrollaron su labor en condiciones no precisamente fáciles en tiempos de la autarquía, como Pancho Cossío y Benjamín Palencia, el primero heredero de Braque más que del cubismo de Picasso, y, al decir de Gaya Nuño, con una técnica en la que está «la pasta de óleo vertida a magia y alquimia», y el segundo con unos paisajes de aquella época en los que, como bien dijera Lafuente Ferrari, «sabe exaltar la aridez grandiosa que se viste de colores delicados hasta la sutileza o violentos hasta la pasión». Con estos eximios precedentes como principales referencias, Romeral diversifica su obra entre la pintura de interiores y los paisajes. En ambos géneros la pincelada es pastosa y abundante en materia pictórica, haciendo un uso constante de la espátula y ofreciendo unas terminaciones en las que se percibe una obra elaborada y pensada desde el oficio de pintor, una tarea, sin embargo, que no es pródiga en sutilezas y variaciones cromáticas, sino que muestra un tratamiento atemperado del color, con las notaciones imprescindibles. Por eso sus paisajes de colores terrosos, en los que brotan salpicadas manchas de verdes y naranjas y en los que los turquesas inundan el cielo, sólo en sentido muy general están relacionados con Palencia, y ello no de modo desdeñable en el encuadre y la seguridad en estructurar la composición. Los interiores, por su parte, son íntimos y recogidos, como si invitasen al espectador a sentarse en una de esas sillas tapizadas de tela y compartiese una serena y agradable tertulia con unos amigos. En uno de los más logrados, donde también hay ecos de Carmen Laffón y de Antonio López, vemos el blanco círculo de una mesa sobre la que hay algunos objetos y cuya disposición altera las reglas tradicionales de la perspectiva, algo inevitable desde las naturalezas muertas de Cézanne.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 15 de abril de 2005
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