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Crítica de la razón poética Retrospectiva en la que se recogen casi cuatro décadas de la producción pictórica de Dámaso Ruano Pintura. Dámaso Ruano. Museo Municipal. Málaga. Paseo de Reding, 1. Hasta el 21 de marzo de 2001. Esta es la segunda exposición que en menos de seis meses pretende dirigir una mirada retrospectiva a la producción del pintor Dámaso Ruano (Tetuán, 1938), pero mientras que la primera, la antológica de obra gráfica que le dedicó en octubre pasado el Museo de Marbella, sí recogía el trabajo más significativo del artista en el campo del grabado, estando reflejada de manera ponderada su evolución desde 1974 hasta la actualidad, en cambio, la nutrida muestra del Museo Municipal, a pesar de estar metodológicamente planteada como una retrospectiva de casi cuatro decenios de intenso y copioso trabajo pictórico, ofrece evidentes lagunas y desequilibrios en el conjunto de la obra seleccionada, desaprovechando así en buena medida la oportunidad de revisar con rigor la labor de uno de los creadores más destacados surgidos en Málaga durante el decenio de los sesenta. Entre las ausencias más graves, debe señalarse, de un lado, la de cuadros pertenecientes a la segunda mitad de los sesenta y primeros setenta (aunque sí hay alguno reproducido en el catálogo), con lo que se deja sin explicar adecuadamente la transición operada en la pintura de Ruano entre los últimos objetos del período marroquí y los primeros de la etapa española (y que, sin embargo sí fue aclarada en la hermosa retrospectiva que en 1991 la sala José Mª Fernández dedicó al período 1961-75), y, de otro lado, la escasa representación de obras realizadas en los setenta, un decenio de marcada experimentación y ruptura formal en la evolución del pintor. En cuanto a los desequilibrios, que hay un excesivo número de piezas del bienio 1999-2000, sobre todo de este último año. Iniciado
en el dibujo y la pintura por el profesor José María Pérez de Tudela, la
producción de Ruano durante los sesenta
—cuando se relaciona en Marruecos con artistas de la llamada Escuela de
Tetuán (Cheffaj, Tomás Ferrándiz, Diego Gámez, Carlos García Muela, Martín
Prado, Megara, Mª Jesús Rodríguez, Sarguini, Tuhami), ciudad en la que en
1955 había muerto Mariano Bertuchi, después de haber consolidado y otorgado
prestigio a la Escuela de Bellas Artes local—
se orienta con rapidez hacia un lenguaje abstracto afirmado en la
sobriedad cromática y en una sólida estructuración compositiva, del que Arrabal
en Tetuán quizá constituya el ejemplo más logrado. En Sahara,
cuadro cardinal que sí se exhibe en la muestra, ya se anuncia el empleo de la
madera quemada y esa preocupación por incorporar tridimensionalidad física al
plano del lienzo, si se quiere una peculiar forma de «espacialismo», que
caracterizarán el quehacer de Ruano en adelante. La obra de los setenta,
volcada al principio más hacia los efectos táctiles y de textura (es el
momento en que con mayor frecuencia emplea los collages de papeles y cartones
rasgados), pero también hacia una linealidad geométrica muy elegante, dará
progresivamente paso a unos cuadros cada vez más interesados en el color, de
resonancias y evocaciones líricas a medida que avanza el decenio siguiente. La
serie de cuadros que hace a mediados de los noventa (Sahel, Sahel II,
Sahel III), en la que sin duda hay ecos de la mencionada etapa de
transición, contiene quizás los ejemplos más depurados, exquisitos y de mayor
aprovechamiento de los recursos plásticos, aun siendo en sí mismos austeros,
de toda la muestra. Por último, la vía para conjurar la seducción manierista
está acertadamente señalada en la concisa serie de los Tótem iniciada
el año pasado. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 12 de marzo de 2001
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