La negación del objeto

Grabado. Fernando Ruiz Villaespesa.

Taller Gravura. Málaga. C/ Coronel, 3. Hasta el 23 de mayo de 2005.

De formación artística inicialmente autodidacta, Fernando Ruiz Villaespesa (Granada, 1951) retomó su interés por la pintura en 1993, después de terminar y empezar a ejercer la carrera de Medicina, dedicándose sobre todo al dibujo de aves, dada su pasión por la Grabado de Fernando Ruiz Villaespesaornitología. Iniciado por Paco Aguilar y Christian Bozon en la técnica del grabado entre 1994 y 1998 en el taller Gravura, se integra poco después en el taller de grabado P.A. de Málaga, con Luis Astuy, lugar en el que sigue trabajando en la actualidad.

La filiación estilística y la apuesta formal de Ruiz Villaespesa son claras y precisas nada más echarle un vistazo a sus obras: en primer término, el suprematismo de Malévich y el neoplasticismo de Mondrian y de Van Doesburg; en segundo término, el constructivismo ruso. ¿Por qué Malévich? Sin duda por la primacía concedida a la forma y a la sensibilidad puras, sin contaminación figurativa alguna. Así, dirá en 1915: «Cualquier superficie-plano pictórica está más viva que cualquier rostro con dos ojos y una sonrisa». Pero para Ruiz Villaespesa también resulta fundamental la presencia del espectador. De un lado el artista, cuya energía se deposita en la superficie pintada, una energía que nace de su sensibilidad más íntima, de su mundo interior. Por otro lado, el receptor, cuya única guía también debe ser su propia sensibilidad. Entre uno y otro, la obra se constituye y alcanza autonomía propia. El medio con el que se expresa la obra es su propio fin. Esos medios no pueden ser otros que los específicos de la pintura: la línea, el color, el espacio. En sí mismo encuentra el arte su sentido. Se le puede conceder una utilidad, un fin educador, pero en última instancia remite a su propia esencia.

La obra gráfica de Ruiz Villaespesa, integrada por aguafuertes, puntas secas y serigrafías, es de una inmaculada pureza cromática, de una estilizada geometría, de un sutil equilibrio entre las áreas planas de color, de una exquisita elegancia, silenciosa y distante, fría y cálida, neutra y dirigida al mismo tiempo a nuestro ser más profundo. Obra, sin embargo, que no cae en el esteticismo, que requiere del espectador, quien interactúa en ella, completándola, devolviéndola formada y acabada a su origen.

 

© Enrique Castaños Alés

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 29 de abril de 2005