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El cuerpo como territorio de exploración Fotografía, vídeo, dibujo e instalación. Judith Samen. Galería Javier Marín. Málaga. C/ Duquesa de Parcent, 12. Hasta el 15 de noviembre de 2008. Desde los trabajos pioneros de Marcel Duchamp en los años veinte y treinta, la conversión del propio cuerpo en territorio de investigación y reflexión artísticas ha tenido un fecundo desarrollo. La producción de Judith Samen (Gladbeck, Alemania, 1970), que en términos generales puede ser considerada una variante del Arte Conceptual que atiende a la exploración del cuerpo como principal foco de atención, se aleja tanto de las experiencias de raíz expresionista, fetichistas, provocadoras y transgresoras del Wiener Aktionsgruppe, como de las subversivas acciones y performances de Joseph Beuys, un creador, sin embargo, que ha influido indudablemente en muchos aspectos en Judit Samen, especialmente en la preocupación por la muerte y en la relación del arte con la ética, y cuyo espíritu mesiánico todavía impregna hoy el escenario artístico de Düsseldorf, donde vive nuestra autora. Como es habitual en muchos artistas de esta época posthistórica, Samen realiza un trabajo multidisciplinar, destacando sobre todo en fotografía y vídeo. Para su primera exposición en España ha traído unas grandes piezas fotográficas que revelan un aspecto fundamental de su trabajo, y que, por otro lado, es frecuente entre los creadores actuales alemanes: el interés por la tradición. Samen hace sus fotografías en estrecha interacción dialéctica con la pintura, en este caso con la pintura alemana del Renacimiento y la holandesa del siglo XVII, y de ahí el deliberado cromatismo de sus composiciones, donde también hay lugar para los colores planos. En tres espléndidas piezas en las que o bien ella, o bien miembros de su familia o amigos sirven de modelos, Samen hace una sutil referencia a pintores del pasado, en concreto Vermeer, Holbein el Joven y Durero. El célebre cuadro de La cocinera del Rijksmuseum, una de las primeras obras del maestro holandés donde aparece ya la figura aislada, ensimismada en su tarea doméstica, es el referente remoto para quizás reivindicar la leche materna como alimento natural del recién nacido. El pavoroso Cristo muerto de Holbein del Museo de Basilea, le ha servido para hacer una reflexión sobre la muerte, para la que ha colocado a su hijo en la misma posición decúbito supino, y cuya exclusiva y lacónica referencia a la muerte es la cabeza vuelta hacia la pared. Por último, cuadros del tipo como el San Jerónimo de Durero del Museo de Lisboa, le permiten componer retratos a modo de vanitas, con los cuales medita acerca de la caducidad de las cosas de este mundo, así como sobre el inexorable paso del tiempo. En la única instalación de la muestra, Memento mori, en cuanto a los materiales empleados, a pesar de la exuberante presencia de la paja alrededor de la desvencijada silla, se aleja de piezas de arte povera como el conocido escritorio de Tàpies, acercándose, en cambio, debido al televisor que emite un vídeo de una boca femenina en primer plano, a los planteamientos de Nam June Paik. En cualquier caso, el contraste entre lo natural y lo tecnológico sirve de cobertura a un discurso grave sobre la consunción de la existencia. © Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 26 de septiembre de 2008
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